11 noviembre 2013

DIA 4 SAINT JULIEN - LA CIOTAT

DIA 3 SAINT JULIEN LES MARTIGUES - LA CIOTAT

(86km)


Me levante casi a la vez que Teresa (la mujer que me acogió en su casa). Me preparó café y yo la invité a galletas. Antes de partir Teresa me recomendó a través de Googlemaps una ruta diferente a la que yo tenía pensado seguir. Me gustó la idea y si me lo recomendaba alguien de la zona seguro sería un buen consejo.
e
Cambié el la cámara pinchada del carrito y me puse a pedalear. Me tocaba empezar bajando. Pero a los 5km volví a pinchar la rueda del carrito. No me quedaban cámaras. Pensé en llamar a Teresa y que me acercara en coche algún taller, pero tener que volver a subir me desanimó y a mi siempre me cuesta recular. Como ya había desarrollado cierta habilidad con el remolque continué hasta el siguiente pueblo. Sausset les Pins.

Allí me acerqué a un par de hombres que tomaban un café en una terraza y con mucho esfuerzo conseguí hacerles entender que buscaba un "atelier". Empezaron a hablar entre ellos en francés. Esperé pacientemente a que acabaran de decidirse. Uno de ellos se dirigió a mi en inglés cutre pero le entendí. Me dijo que en unos 3 km había un mecánico en una gasolinera y que me podían llevar con la bici en su furgoneta. Les dije que podía seguirles con la bici porque desmontarlo todo era un poco complicado, mentí.
Apuraron su café y fueron a por su vehículo. En mi cabeza los llame Simon and Garfunkel por que me recordaron a ellos por sus pintas y la verdad me pareció acertado.
 Con esfuerzo y porque ellos me esperaban a cada rato, alcanzamos el taller. Allí le explicaron al chico mi problema, nos despedimos y se fueron.
Entré en la tienda de la gasolinera comprar parches de reparación de pinchazos. El precio me pareció carísimo pero no tenía opción. Del mecánico lo único que necesité fue su bomba de aire para localizar la zona pinchada. Luego saqúé un fino alambre. Culpable sin duda de los 2 pinchazos. Vi que pese a que solo llevaba 3 días pedaleando el desgaste del neumático del trailer era grande. No era una goma de calidad, eso ya lo sabía, pero me daba miedo que se rajase en algún momento.

Me tocaba subir un por entre las montañas que acababan en el mar. En mi mp3 empezó a sonar BB King, el momento del día era idóneo. No se me hizo excesivamente dura la subida y la bajada era preciosa con Marsella de fondo (de lejos es bonita)

En L'Estaque paré de nuevo y vi que había vuelto a pinchar la cámara del remolque. Esta vez un trozo de vidrio que había encontrado en la sucisima carretera que entraba en Marsella.

De repente me empezó a doler terriblemente el cuadriceps, donde se une con la rodilla. No me dejaba pedalear ni andar. Parecía que me había roto. Estiré y estiré, pare a descansar. Volví a estirar y poco a poco reanude la marcha. El dolor era horrible pero se fue pasando. Paré a estirar un par de veces más. Aún en las afuera de Marsella paré a comerme una hamburguesa en un mcDonalds.

Estaba en medio del polígono intentando llegar al centro de Marsella cuando me vi metido en medio de la ronda. Intentaba no agobiarme por el peligro que significaba circular por allí y cogí la primera salida. Era el final del puerto y la zona en la que ya había alguna vivienda era muy marginal. Me recordó a la zona franca. Empecé a subir por una calle empinadisima y estrecha. Tuve que bajarme de la bici porque no podía ir serpenteando para subir por lo estrecha que era (y por que iba en contra dirección). Bajé de esa colina para acabar de nuevo en la ronda. Era muy peligroso pese a que ya estaba en la ciudad esa no era una via por donde circulasen bicicletas. No es que no se pudiera, pero era de locos. El calor empezaba a agobiarme, y se hacía peor por estar en una gran ciudad. Volví a salir  de la carretera, esta vez no en la primera salida, si no en una que ponia "centro urbano". Pero ese centro era un centro comercial.

Seguía pedaleando por las afuera de Marsella. El gps no me estaba ayudando mucho así que decidí seguir a un bus de linea que supuse que me acercaría al centro y así lo hizo. Tras hora y media lo conseguí. Me pareció una ciudad muy sucia y poco cuidada. La iglesia, que algún dia fue de piedra blanca, estaba ahora cubierta por hollín negro y no parecía que la fueran a limpiar.

Volví a parar a comer en un kebab, pero vi una rata muerta en la acera y se me pasó el hambre. Salir de Marsella fue más fácil. Solo tenía que seguir una calle muy larga con un carril bici hasta el final. En un punto de esta calle cruzando un semaforo con  muchos peatones, un idiota se planta delante mio y me hace tener que frenar. Empieza a decirme calmadamente algo en francés que no entendí del todo. " Esto es un paso de cebra para peatones" o algo asi. Yo también calmadamente le respondí: "Esto también es un paso para ciclistas y usted es la primera persona subnormal que encuentro desde Barcelona" Lo dije despacito y en ingles para que me entendiera. Continué por esa larga calle hasta que vi una señalización de un Decathlon.

Me hizo desviarme un poco pero necesitaba cámaras y otros artículos. Por lo menos allí no estarían a precios desorbitados. Al dejar Marsella empiezas a subir el puerto de la Ginesta. Al principio había carril bici pero luego la carretera pasa a ser más estrecha. Tenía ganas de subir. Las etapas anteriores habían sido muy llanas y el viento no me gustaba nada. En la montaña el viento desaparecía y a mi me encanta subir.

Hacia la mitad del ascenso me encontré con Christopher. Estaba en un mirador desde el que se veía la sucia Marsella parado con su coche, cargando el móvil. Aproveche para pedirle que me hiciera una foto con la ciudad detrás y empezamos a hablar. Me aconsejo parar en otro mirador más adelante, ya en la bajada, desde el que se veía todo Cassis. Fue muy agradable charlar un rato con el y emprendí la marcha animado.

Me adelantó al cabo de un rato ya casi a final de la subida. La bajada la disfrute mucho, con el mar a mi derecha, el día perfecto, ciclistas de carretera y muchos, muchos runners que desafiaban las cuestas y el calor. Luego descubri que entrenaban para la famosa carrera de Marsella-Cassis. Pensé en mi amigo Miguel Baena, estoy seguro de que le encantaría participar algún día.

En la bajada, confiado por lo bien que iba,  cogí demasiada velocidad. El remolque empezó a dar bandazos, y la bici con el. Iba a 65 cuando perdí el control de la bici. Tuve que cruzarme por toda la calzada para contrarestar los movimientos del remolque. Por suerte no pasaba ningún coche por allí en ese momento. A los 300 metros conseguí dominar la situación y paré. Casi se me sale el corazón por la boca. Llego a caerme a esa velocidad por esa carretera de montaña y acabo en Córcega.

Al llegar al mirador Christopher me estaba esperando con su coche. Me invitó a su concierto de esa noche en Cassis, pero ya le dije que me seria imposible ir. Esa noche debía pasarla en La Ciotat, donde me esperaba Jorgen y su familia. Antes de despedirnos, Christopher me preguntó como pensaba llegar hasta la Ciotat. El me dijo que tenía dos opciones. Seguir por la aburrida carretera por donde iban todos los coches y no iba a ver nada interesante, o subir a los acantilados y disfrutar de las vistas. Me golpeó el pecho y me dijo que si era un ciclista de verdad subiría a los acantilados.
No hacia falta que me picara, pero lo hizo, pese a sus advertencias de lo dura que era la subida.

Una vez en Cassis, en vez de rodearlo bajé hasta el pueblo. Compré merienda y me dí un baño en la playa. Volví a subir hasta la carretera y tomé el desvío hacia la "route de les cretes". Christopher no mentia. La subida era solo apta para ciclistas de verdad, pero de verdad de la buena. Para empezar las rampas eran del 10 al 17%  con pequeñas urbanizaciones a los lados. Luego uno 100 metros casi llanos que te preparaban para las rampas del 22, 26, 29 y 31 % siguientes. Subí  serpenteando, con mi remolque y mi maleta de 32 kg más los 3-4 kg de agua que llevaba.Fué épico. Alcancé el primer mirador. Hubo una pareja que me aplaudió al verme llegar. Las vistas de Cassis eran preciosas. Seguí subiendo, ahora con menos inclinación. Paraba en todos los miradores y en todos hacía fotos. Sin duda había merecido la pena el esfuerzo. En todas mis paradas había gente asombrada de verme llegar allí con la bici y el remolque. Yo estaba, de verdad, gozándolo, mis piernas me pedían montaña. En el punto más alto de los acantilados había parados 2 autocares y mucha gente haciendo fotos. Le pedía a uno de ellos que me sacara una foto y me senté en el filo del acantilado. Se escucharon expresiones de asombro y miedo de la gente que me vio tan cerca, pero yo quería la foto. Una pena que el fotógrafo fuera de dedos largos.

Segui llaneando por la cima de los acantilado y hasta bajando un poco. Aún me quedaba una subida fuerte más según Christopher. La subí sin problemas a muy buen ritmo y en la cima un hombre mayor en una scooter se detuvo frente a mi. Era Jorgen, preocupado por mi había subido a buscarme. Pude seguir su ritmo en la bajada. Frenando y todo no bajaba de los 42 km/h. Parecía que  el remolque se comportaba un poco mejor en las bajadas. Una vez en LaCiotat, Jorgen me guió hasta su urbanización.

Aparqué mi bici en un trastero comunitario y entramos a su casa. La casa era era pequeña pero muy apañada. Allí estaba su mujer, no recuerdo su nombre. Todo el piso tenia un toque oriental de puertas correderas, tatami... El salón-cocina a 2 alturas. Podías dar la vuelta a la casas sin pasar 2 veces por la misma habitación, era divertido. Ellos dormían en una especie de sótano, porque en verano allí hacia menos calor. La habitación que me toco era de nuevo la del hijo, que también estaba estudiando. Estaba llena de cómics. Americanos, japoneses y europeos. Tenía cientos por todos lados. Y también un pedazo de dibujo suyo de Spiderman. El chico era un artista. Me hicieron ducharme rápido, habían quedado en media hora para ir a cenar y querían que fuese con ellos.

Limpio y aseado, cogimos el coche. Un coche totalmente eléctrico. Fuimos a buscar a una amiga suya. También de 60 y algo años. Y luego a otra más. Jorgen y una de las mujeres hablaban ingles. La esposa de Jorgen y la otra solo francés.

Me llevaron a una cala pequeña y de allí a unas rocas que separaban la cala de otra aún más pequeña. La cala nudista. En esas rocas empezaron a hacer una barbacoa. Mientra la mujer de Jorgen hacía el fuego, el y yo nos dimos un baño con el sol atardeciendo tras La Ciotat. Luego ayude a hacer la barbacoa, lavando las verduras y cortándolas a trozos.

Se hizo de noche y solo yo llevaba frontal. Cenamos a la luz del fuego. Sardinas, patatas, pimientos, berenjenas, otra vez comí de todo.  Yo participaba poco en la charla, estaba agotado y me estaba entrando frío. Incómodamente me dormí entre las rocas. A las 00.30 les rogué volver a casa porque necesitaba dormir. Lo entendieron perfectamente, recogimos todo el tinglado y fuimos todos a casa de Jorgen. Allí ellos continuaron la sobremesa. Yo me disculpé y me fui a dormir.

Etapa dedicada a Miguel Baena porque comparto y comprendo  su pasión por el deporte. Algún dia aspiro a salir a correr con el.

Y tambien a José Marin porque si llega a ver aquella habitación no hubiera dormido en 2 dias chafardeando todos los cómics

05 noviembre 2013

DIA 3 FORTIGNAN - SAINT JULIEN LES MARTIGUES

DIA 3 FORTIGNAN - SAINT JULIEN LES MARTIGUES

(161 km)

Me desperté antes de que saliera el sol. No quedaban muchas pila en mis luces después de rodar por la noche el día anterior (ayer mismo me enteré que esta prohibido, por lo menos en España circular con bicicleta y remolque entre la puesta y la salida del sol). Tenía el cuerpo cansado pero no tenia sueño. Como no había luz aproveche para quedarme un rato más estirado y reposando. 

En cuanto hubo un mínimo de luz, recogí mi pequeño campamento y salí del camping. Todavía no habían abierto la recepción así que no pagué. 

Ver salir en sol por encima de los lagos y estanques era sobrecogedor y muy motivador para empezar a pedalear. Seguí una de esas carreteras que iba entre los lagos por un carril bici muy nuevo. Todo estaba lleno de pescadores y barcas de pescadores. También cientos y cientos de aves. A los 10 km el carril se acabó y tenía 2 opciones. Seguir la carretera que iba en una dirección que no me convenía nada o un camino que recorría un canal lleno de barcos con una señal que prohibía la entrada a ciclomotores (y bicis) pero que iba en la dirección perfecta. 

Pasé mucho de la señal y me fui por el camino de tierra. Había gente durmiendo en las cubiertas de los barcos, me dieron una envidia tremenda. Al cabo de un rato vi que no era el único ciclista del camino y eso me tranquilizó. Era un pecado que no pudieran ir bicis por ese camino. También aquí estaba repleto de pescadores con sus botes. A los 10 kilómetros a mi derecha encuentro una isla en la que había construida la Catedral de MAguelone. Quise entrar a verla pero era demasiado temprano y estaba cerrado.  (Googlemaps Si clickais podréis ver como de fina era la linea de tierra por la que iba). 

Continué por el camino hasta Palavas-Les Flots donde paré a desayunar y estirar. Luego continué por un carril bici hasta el siguiente pueblo  en el que encontré una ciudadella fortificada llena de comercios y también pare a descansar y cargar las baterías de GPS y móvil. Continué hasta Le Grand-Roi. Allí pare en una oficina de información para pedir un mapa de la zona, ya que por error mi track del gps acababa en Aigues-Mortes.

Una vez allí crucé mi segundo puente levadizo, previa espera para dejar pasar a un velero. Lo grabé en video por que me pareció un momentazo. 

Esa semana Francia estaba siendo azotada por una ola de calor y a esas horas el sol ya apretaba de lo lindo.No paraba de beber agua. Seguí orientándome por el mapa y el gps sin track. Tomé una carretera llana y poco transitada que me llevó un poco hacia el interior. Acabé encontrando otra caseta de información en medio e la absoluta nada. Le pregunté al hombre y me hizo desviar por unas carreteras terciarias  que recorrian viñedos y otros campos. Era todo llanisimo y muy verde, en contraste con el azul del cielo sin prácticamente nubes lo hacia todo muy colorido. Llevaba un ritmo tremendo (entre 28 y 34 km/h) el viento me estaba dando tregua, 


Tras bastantes kilómetros en los que fui parando en las pocas sombras que se me ofrecían conseguí llegar a un pequeño pueblo llamaso Saint-Giles.  El calor era cada vez peor y también mi hambre así que paré a comer. Esta vez tuve la suerte de encontrar un italiano regentado por una pareja de viejecitos que me hicieron uno macarrones con salmón y crema de leche increíbles. Además se ofrecieron a rellenarme las botellas de agua gratis, una de las que les compré me la dieron congelada y me regalaron un "flash" o "polin" que me fui comiendo en cuanto reanude la marcha.
A la salida del pueblo ya camino Arles, encontré un pintor que iba a trabajar en bicicleta y me estuvo preguntando por mi viaje. Era simpático y tenía el valor de ir a trabajar en bici pese a los 35 grados. Continue por un camino que se volvió carretera y luego me obligo a entrar en una autovía. En el gps yo veía que había caminos alternativos pero parecian privados y tendría que dar marcha atrás para confirmarlo. No tuve otra opción y empece a pedalear duro para salir cuanto antes de la autovía.  Pero pinché. La rueda se desinfló en 3 segundos, tenía que haber sido algo gordo para que perdiera aire tan rápido. Pasé todas las cosas al otro lado del quitamiedos para estar más seguro. Algunos coches tenían la amabilidad de pitarme, como si no tuviera suficientes problemas. Sudé más cambiando la rueda que pedaleando, porque con los 37 grados y la refracción del asfalto aquello parecía un horno.

Recorrrí un total de 12 km por aquella autovía y tomé la primera salida. Al llegar a Arles pensé que había tenido suerte de no pinchar la rueda del carrito porque no llevaba ni parches ni cámara de recambio para el. Me puse a buscar una tienda de bicis mientras turisteaba por la ciudad. Cruce el Rhône (Rodano), visité el casco antigu y callejéé hasta que dí con la tienda. Me cobraron la vida por las cámaras. También encontré a un cicloturista aleman, joven con el que quise hablar pero me contestó de forma seca y muy estúpida. Creo que el calor le había afectado demasiado. 


Salí de Arles siguiendo una carretera que tenía plataneros plantados a ambos lados durante mas de 10 kilometros. Daban una sombra estupenda. No había arcén pero los coches respetaban la distancia. Las casas que habia aquí eran enormes y majestuosas, pero más grande era la parcela que tenían cada una. Algunas tenían caballos, otras vacas... 

Pasados unos kilómetro tuve que desviarme para volver hacia la costa. Me libré de la carretera principal usando una vía para convoyes especiales. ¿Y que convoy era más especial que yo? (Soy especial!) El asfalto era ruinoso, con agujeros por todos lados pero esquivé durante un rato la autovía.

Luego volvía incorporarme a ella. El calor había bajado pero el termómetro marcaba 31 grados. Segui por la autovía que era una recta de más de 20 kilómetros!!! Sin ninguna sombra, y viendo lo mismo siempre en el horizonte sin nunca llegar a el se hizo psicológicamente durisimo. Lo pasé muy mal aquí. Me dolía la espalda, no acababa de encontrarme cómodo con el sillín, paraba cada vez con más frecuencia a beber o descansar. Y nunca llegaba a la ciudad que se veía al final del camino. La recta se convirtió en una pesadilla para mi. Me destrozó mucho. 

Cuando llegué al final había una rotonda y unos gendarmes haciendo un control. Esperaba que me parasen a preguntarme. El primer me miró, se giro rápidamente hacia sus compañeros y les dijo algo como "Voyez! Un vélo. magnifique. Allez vélo". A los pocos metros había una gasolinera y paré a beberme un monster, una fanta, agua, zumo y comer fruta. 

La entrada a Fos-Sur mer era peligrosa con tanta incorporación y salida de la autovía pero conseguí entrar y salir sin sustos. Atardecía pero ya estaba solo a 3 km de Martigues, con 150 km en mis piernas. Estaba contento. En teoría, solo en teoría la casa donde me acogían esa noche estaba allí. Pero cuando comprobé la dirrección con mi móvil y con el GPS me llevé un disgusto. La casa estaba a 12 km de Martigues. 

Martigues es una ciudad partida en 2 por un canal que conecta el Lago de Berre con el mar. El gps me llevo por unos caminos sin tráfico pegados a este canal. La autovía continuaba 200 metros más arriba con un superpuente que cruzaba ese canal. Yo no podía ir por ahí y tuve que cruzar por abajo, por los puentes levadizos. Estaba anocheciendo. había mucho pescador, como durante toda mi etapa. Había pescadores solitarios, en parejas, en familia, mayores, jovenes, hombres, mujeres. No se si dejarían algún pez suelto. 

Ya al otro lado del canal salgo de Martigue y me llevo otro disgusto más. Tocaba subir. Y subir mucho. La noche ya era evidente y puse las luces que apuraban las pilas como podían. Para hacerme mas difícil la aventura la rueda del remolque pinchó y me queé sin batería en el móvil. No podía contactar con la gente que me acogía. Era muy tarde y estaba muy cansado. Al no tener luz elegí no cambiar la rueda pinchada y continuar tirando del remolque como pudiera. 

Seguí las indicaciones del Gps (también casi sin pilas) y encontré el desvió hacia Saint Julien. Buscaba el "chemin des Chelaviers". Para que os hagáis una idea la carretera la cruzaban caminos (no calles) y estos estaban indicados con una señal pequeña y azul oscuro (genial para verlas de noche y sin luz) Iba despacio fijandome en todos los carteles cuando por fin vi el camino. Giro por el. No ví ninguna casa. Solo un viñedo. Sigo bajando muy preocupado, el camino acaba en el viñedo. Paro,  me bajo de la bici, empiezo a gritar, a gritar mucho, a chillar desesperadamente, a cagarme en toda Francia y todos los franceses desde Astérix hasta ahora. Me siento en el suelo desconsolado. Un minuto después intento encender el movil para hacer la última llamada. Tengo suerte y puedo llamar a la pareja que me acogia y entre sollozos les digo donde estoy y consiguen encontrarme. 

Su casa estaba a 20 metros (no en ese camino si no en el siguiente que no tenia nombre). Me habían ido a buscar a MArtigues pero no nos habíamos encontrado. La casa era preciosa. Con jardín pequeño, barbacoa, una porchada. Dentro comedor-cocina, 3 o 4 habitaciones y 2 baños. Todo muy rustico. Tenían a cena preparada, pero me dejaron ducharme primero. 

Ella era profesora de ingles y el trabajaba en una empresa en la seccion de marketing. El no hablaba inglés y a duras penas lo entendía, así que ella nos hacía de interprete. Creo recordar que la cena era pasta de primero y luego un trozo de carne con judías blancas a las que les puse salsa picante. Me lo comí todo (si madre, hasta las judías). 

La sobremesa fue corta porque yo estaba cansado y ellos trabajaban al día siguiente. Me cedieron la habitación de la hija que se había ido a estudiar a Montpellier. La cama era d matrimonio y dormí más a gusto que una cesta de gaticos al lado de una estufa.

Etapa dedicada a mi colega Oscar Seras porque te hubiera encantado ver tantos sitios donde pescar como yo vi. Me acordé mucho de ti este día

EXTRAS: 
- Cuando pinche la rueda en la autovía creía haber perdido la luz de la rueda, pero se había quedado enganchada en el remolque. 
 -La chica que atendía en la panadería donde pare a desayunar tenía unos ojos azules preciosos. Creo que tengo el número de la panadería apuntado en algún lado.
- Estuve esperando más de media hora a ser atendido en el bar de la ciudad fortificada donde paré a cargar el móvil  Entré a dentro intentando estar cabreado en francés pero sudaron de mi cara con chulería parisina. Seguro que eran parisinos. 
- Ese dia me hubiera parado a pescar en diez sitios diferentes.
- En Le Grande Roi me pareció ver una plaza de toros.
















04 noviembre 2013

DIA 2 CANET EN ROUSILLION - FORTIGNAN

DIA 2 CANET-EN ROUSILLION - FORTIGNAN

(164 km 7 h 28 minutos)


Me levante tarde, las 7 y media. Era tarde para todos los kilómetros que tenia por delante. Pese a ello me sentía fuerte y aliviado porque sabía que era todo muy llano.

Dejé a  Maribel y Raquel durmiendo y una nota que les deseaba suerte y les agradecía los momentos compartidos y puse rumbo a Saint Marie

Tomé un carril bici paralelo a la carretera. Había muchos pequeños ríos que hacían que el carril bici estuviera lleno de puentes. Todo me pareció bastante nuevo y pese a que los músculos de mis piernas aún estaban fríos pude imprimir un buen ritmo a mis primeros kilómetros.

Esta parte de Francia (llamada Aude) es el paraíso de los campistas. Cada pueblo tiene entre 3 y 7 campings, de diferentes categorías, algunos con varias piscinas con diferentes toboganes acuáticos. Además en la afuera de Bacarrès había montado un miniparque de atracciones-feria. Si mis 2 nuevas amigas llegaban hasta aquí estaba convencido de que jamás volverían a Barcelona.

Una vez en Bacarrès paré a estirar en el paseo marítimo, junto a un grupo de 20 personas que hacían aerobic con un monitora.

Seguí mi camino hacía Port Leucate, el viento empezó a hacer acto de presencia. Yo me llevo muy mal con el viento, es mi peor enemigo. Lo era cuando patinaba, y lo es cuando voy en bici. Me tomó bastante rato llegar y cuando llegué a Port Leucate me perdi.  Es un pueblo con el mediterraneo a un lado y un estanque al otro. Pasé más de 40 minutos buscando como salir de allí, todas las calles que seguía acababan en agua.
Decidí recular y encontré un ciclista de carretera al que seguí muy acertadamente. Me sacó de ese laberinto de calles, puertos, espigones y agua y me llevo a una carretera más transitada que la que venía siguiendo.

Tocaba subir un poco para cruzar el estanque por un puente. Al llegar a la cima el viento era muy fuerte. Tan fuerte era que durante la bajada la bici no avanzaba si no era pedaleando. Este tramo, junto con la pérdida de tiempo empezaban a minar mi moral. En cuanto pude, dejé la carretera y me metí por un camino que pasaba por medio de una pineda artificial. Por lo menos los pinos tapaban el viento, pero la comodidad duró poco. No me quedó otro remedio que volver a incorporarme a la carretera. El  mar quedaba a mi derecha y el estanque a mi izquierda. Era un paisaje precioso, el color de las aguas cambiaba en diferentes tonos de azules pero pude disfrutarlo poco. Aquí el viento no tenia barreras y venía desde el mar. Circulaba bastante inclinado para contrarrestar la fuerza de ese viento, el arcén era un chiste y cada vez que me adelantaba algún camión podía irme al suelo porque me tapaban por unos instantes el viento y al ir inclinado casi doy con mis huesos en el suelo un par de veces. Tuve que poner el pie en tierra 2 o 3 veces porque la fuerza del viento me sacaba, literalmente, de la carretera. La tensión que tenia cada vez que oía acercarse algún vehículo pesado era agotadora. Fueron 5 kilómetros durísimos y peligrosos.

Exhausto conseguí entrar en Leucate. En el centro pare a tomar un café y un croissant. Al salir de Leucate el camino subía un poco, luego llaneaba y luego una bajada que si pude disfrutar. El viento había bajado su intensidad y me dejaba pedaelar, pero el trozo de antes había hecho mella en mi cuerpo. La carretera que seguia daba un giro a la derecha y el viento volvió a aparecer, en contra. Era horrible, pero tuve suerte y tras pocos kilómetros tomé un desvió que puso el viento a mi favor (algo rarísimo en el ciclismo)

Ahora el paisaje era todavía más bonito que antes. Estaba en mitad de las marismas. Las aves pescaban o descansaban en la orilla, al fondo cientos de kitesurfers, no había casi ningún coche circulando y en mi mp3 empezó a sonar "Somewhere over the rainbow" seguida de "What a wonderful world". Y son estos momentos, amigos mios, los que hacen que merezca la pena el esfuerzo de estos viajes. Los pelos de punta, la piel de gallina y una sonrisa de oreja a oreja.

A un ritmo promedio de 30km/h llegué a Port-La Nouvelle dónde paré a descansar un rato. Recuperadas las fuerzas tomé uno de lo caminos más bonitos de este viaje. Era una senda de tierra que empezaba siguiendo un canal y luego pasaba a ser de no más de 4 metros de ancho a los lados el mar mediterráneo y las marismas. Solo separados por esa finísima línea de tierra. Los diferentes tonos de azul en las aguas lo hacían. Encuentro a un chico parado con alforjas, me detengo a su lado y le saludo. El venía de Barcelona y se dirigía a Lyon. Tras 5 minutos hablando con el decidí reemprender la marcha.

Realmente iba muy mal de tiempo, pero sabía que no podría seguir a buen ritmo sin el descanso que mi cuerpo pedía así que en mitad de ese paraje aparqué mi bici bajo un platanero y dormí media hora sobre el césped. Luego me volví a perder. Estaba todo lleno de canales y estanques. Me perdí varias veces tomando camino equivocados. El track del GPS me llevaba en una dirección que seguro acababa en medio del agua.

Harto de perderme y de dar vuelta por caminos sin salida decidí desviarme del track y seguir la carretera hacia Gruissan. Os describiría la ciudad pero mejor la veis en una foto. Eran casi las 15 y estando en Francia tuve suerte de encontrar un sitio donde comer. Y menudo atracón me di. Me comí hasta las verduras.

Supe salir bien de Gruissan y encontrar el camino adecuado, pero no calculé bien el tiempo de digestión y me dio una pájara. Tuve que parar a tomar aquarius y hasta vomité a la altura de Narbone Plage. Pienso en abandonar el resto de la etapa y descansar. El viento me había agotado. Pero quise darme una oportunidad más y seguir un poco más. Ya llevaba 90km y me quedaban 70 más. En cuanto volví a subirme a la bici las sensaciones fueron mejores. El camino pasaba por los pueblos playeros franceses, uno detras de otro,  y me recordaba mucho a mis salidas desde Viladecans hasta Castelldefells o a mi otro viaje por la costa valenciana. En uno de estos pueblos encontré un ciclista vestido del equipo Movistar con su bici de carretera. Me puse a seguirlo y se dio cuenta. Me preguntó que hacia donde iba y me acompaño un rato. Le pude seguir el ritmo y cuando llegamos a su destino me dio perfectas indicaciones de como llegar a Serignan.

Cuando nos separamos me alejé un poco de la costa y pasé a circular por entre las campiñas hasta dar con un gran canal lleno de "les dominguers" y pescadores. Acto seguido llegué a Serignan. Había mucho tráfico  pero por lo menos la carretera, aunque estrecha, tenía buen arcén. Llego a Adge sin parar, estaba avanzando bastantes kilómetros pero se me hacía tarde. Me quedaba poca agua, pero iba en buena dirección y desviarme para llegar al centro de Adge me haría perder demasiado tiempo.

(EXPLICACIÓN: Aprendida la lección sobre quedare sin agua este año llevaba la camelback de 2L, un botellín en el cuadro y minimo de 2 botellas de 1,5 litros en el remolque)

Sin previo aviso, la carretera se volvió muy peligrosa. El arcen era de 30 o 40 cm de ancho. Las 2 direcciones de la marcha estaban separadas por un bordillo lo que hacía que los coches apenas pudieran dejarme un metro de separación al adelantarme. Tras una subida corta y una bajada larguísima la carretera mejoró. Asfalto nuevo, sin bordillos, con arcén de 2 metros... Ya podía ver Sete en el horizonte. Se hizo un poco largo llegar a Sete porque no dejaba de verlo al fondo y el camino era una larga recta de 20 km por el litoral. Al entrar en la ciudad estaba muerto de cansancio, me dolía la espalda y el culo y tenia mucha hambre. Eran casi las 20. Paré a cenar en la primera pizzería que ví, parecia un sitio demasiado "pijo". La cena estaba muy mala y luego no me dejaban pagar con tarjeta si no gastaba 30 euros pero no tuvieron otra que aceptarmela porque no llevaba (o eso les dije) efectivo.

Al reanudar la marcha empece a tiritar del frío que me entró. Estaba destemplado. Temblaba como un flan y me sentóa agotado. Paré a preguntar en todos los hostales y hoteles cutres que veía, pero como aún hacía buen tiempo los precios de esta ciudad costera estaban por las nubes. Saqué fuerzas de flaqueza y continué. Llevaba 12 horas en ruta y 120 km y empezaba a anochecer. El centro de Sete me gustó mucho. Con su canal y las casas estilo Amsterdam pegadas a el. La gente cenando en los iluminados bares y restaurantes. Me hubiera gustado quedarme. Encontré a una pareja de cicloturistas. Pese a lo tarde que era, paré a saludarles. No les entendí del todo bien pero iban dirección Marruecos con sus ¡¡¡3 perros!!!

Para salir crucé mi primer puente levadizo con bicicleta. Era de los antiguos y me pareció bonito cruzarlo. Dejé atras la ciudad atravesando un poligono y una carretera sin iluminar. Eran más de las 21 pero conseguí
llegar a Fortignan.  Justo en las afueras estaba en camping. Cuando entré no había nadie en la recepción. Me dio igual y me busque un rinconcito donde atar la bici, poner mi esterilla y hacer vivac. Me duché rápido y me acosté. Pase muy buena noche, sin frío y sin ruidos. Lo necesitaba después de un largo día.















EXTRAS: La carretera  tan bonita que os he descrito es la  D709, Gruissan es una pueblo circular, en la panadería de Leucate encontré a una pareja catalana, cuando hablaba con mis familiares y amigos no les contaba lo mal que estaban algunas carreteras para no preocuparlos pero la verdad es que pasé bastante miedo









01 noviembre 2013

DIA 1 ROSES - CANET EN ROUSILLION


DIA 1 ROSES - CANET-EN ROUSILLION 

(115 km 6 h 52 minutos)

Sonó el despertador a las 5.15, buena hora para estrenar la vacaciones. Estaba inquieto. ¿lo tenía todo? ¿me dejaba algo importante? ¿ llevaba demasiado peso? 

Intenté no pensar mucho en esas cosas, aunque no paré de darle vueltas hasta que dejé el apartamento que me habían cedido para pasar la noche mis compañeras Alba, Almudena y Santi. 

Cuando me puse en marcha, muy nervioso, era aún noche cerrada y refrescaba a pesar de estar en el último día de agosto. Empecé a pedalear sin prisas para ir calentando. Los primero 10 kilómetros hasta Vilajüiga fueron un fastidio. Las piernas no me respondían, el remolque me pesaba 200 toneladas y me preguntaba cómo iba a ser capaz de llegar Roma si no podía ni llegar al siguiente pueblo. 

Ofuscado me detuve, bebí agua, me quité la chaqueta y las mallas largas e hice los estiramientos necesarios. Al retomar la marcha me sentí muy diferente. Tenia fuerza, salía el sol y el ritmo era otro, incluso en la subida hasta Llança iba a mejor velocidad que en mis primeros km.

En mi primera bajada descubrí que en la bajadas, al pasar de los 45 km por hora (velocidad que consigues con el remolque sin pedalear) el remolque empezaba a dar bandazos de lado a lado haciendo totalmente inestable la bicicleta. Conseguí detenerme con muchas dificultades y ajustar un poco más el remolque, pero a partir de entonces les tuve respeto a las bajadas.

Pasé Llança, Cólera y la subida hasta Portbou. Estaba muy fresco y ya conocía esta parte del camino. En Portbou, como ya era una hora más decente, paré a llamar a mis padres para decirles que a partir de aqui y al entrar en Francia mis llamadas y mensajes se verían reducidos.

Ahora me tocaba mi primer reto que era subir desde Portbou hata la frontera, una subida con rampas del 14 al 21% de desnivel. A los 3 minutos de subida me pita un coche para darme ánimos y entonces me adelanta. Casi me caigo de la bici al descubrir que en ese coche iba mi gran amigo Víctor (compañero inseparable de aventuras en bicicleta). Eso me dio muchísimos ánimos en la subida y grité un fuerte y atronador VAMOS! para autoanimarme.

Subí muy fuerte, hasta Víctor se sorprendió al verme llegar tan pronto a la cima (frontera) dónde me estaba esperando. Hacía un viento fortisimo. Nos hicimos las fotos de rigor con el cartel de "Francia" y quedamos en vernos en Cervera para desayunar juntos.

El iba camino a Alemania en su coche y se desvió de su ruta rápida de la autovía para verme. Después del café, croissant y plátano, Víctor y yo nos despedimos.

Me tocaba volver a subir y bajar hasta Banyuls donde vuelvo a parar. No había ni una sola nube y el sol apretaba bastante para estar tan al norte. Retomé la marcha con otra subida y su amigable bajada hasta port-Vendres. Hubo un trozo que una pareja de ancianos en bicicleta se pusieron a mi rueda, ellos también iban algo cargados no se les veía que pudieran hablar mucho, suficiente tenían con poder ir en bici.

Seguía por la carretera de montaña con el mediterráneo a mi derecha. Los paisajes eran preciosos y pese a que hacía casi 30 grados el tener el mar tan cerca era muy refrescante. Un paisaje perfecto. Estaba disfrutando mucho. Al llegar a Port-Vendres paré a comprar algo de refresco y fruta. Mientras descansaba un disminuido en silla de ruedas se paró a darme los buenos días y a desearme buen viaje. Me costó entenderlo porque era francés y tenía problemas para hablar, pero agradecí su gesto.

Volvía a subir, esta vez con bastante pendiente el camino hasta Colliure y Argeles. Pueblos preciosos en los que no paré. Me hubiera gustado pero si me paraba en cada pueblo no llegaría nunca. Ya eran más de las 12 y hacía más de 30 grados.

En Argeles se me dio mal seguir la ruta porque tenía que pasar por una vía rápida, ciclable por arcén, pero muy peligroso. Me desvio "un poco" hasta un pueblo llamado Palau-del-Vidre y allí decido parar a comer.

Entro en una panadería para comprar pan y hacerme un bocata de jamón (jamón que traía de España)
Decidido voy al mostrador y pido:
 - "An baguete"
- ¿Tu eres español no?- me contesta la dependiente en perfecto acento andaluz
- Si- afirmo
- Pues vamos a hablar en español que nos vamos a entender mejor
Me dio la risa.

Cargué un poco el móvil en la panadería mientras devoraba mi bocata. Al salir del pueblo, bueno, nunca salí del pueblo y ya me había perdido. Pero no era el único. Un matrimonio alemán de cicloturistas también. Paramos a preguntar a unos franceses que comían en su jardín.

Esto es un español, una francesa y 2 alemanes....que no se entendían absolutamente nada. Tras 10 minutos en los que la francesa no supo hablar nada de ingles, yo no entendía casi nada de frances y los alemanes ni una cosa ni la otra, decidí marcharme y seguir mi instinto. Instinto que me llevó a perderme por el campo, encontrar un maravilloso lago y acabar desquiciado. Me rendí. Volví por donde vine y cogí la peligrosa vía rápida hasta Elne. Seguí mi camino sin parar. El viento era la única preocupación ahora que la ruta se había convertido en llana.
Llego a Saint Cyprien y me encuentro en una plaza a 2 chicas sentadas, con sus bicis cargadas hasta los topes, y acabando de comer. Me acerco tímidamente y les escucho hablar en castellano. Les saludo, ellas son Raquel y Maribel, de Barcelona y en su primera aventura de cicloturismo. Me hizo gracia ver como iban equipadas porque me recordaron a mis inicos en esto de los viajes en bicicleta. Sin alforjas y con cajas de plástico de la fruta enganchadas en el portaequipajes. Una mochila enorme llena de comida y mas comida. Eran como un colmado sobre ruedas. Compartimos un rato charlando en la plaza y descubrimos que vamos en la misma dirección así que decido ir con ellas porque la compañía siempre es buena.
Su ritmo era mucho más lento que el mio pero no me importó. Iba bien de tiempo. Dimos un rodeo por los diferentes pueblos hasta llegar a Canet-en-rousillion. 
Paramos en un camping que nos gustó y además tenia piscina. Dejamos las bicis tiradas en una parcela y fuimos a darnos un baño hasta que cerraron la piscina. Luego tomamos el sol, estiramos las piernas y bebimos unas cervezas. Salimos a pasear por el puerto pero no nos invitaron a entrar a ningún barco, así que volvimos al camping, cogimos las bicis y fuimos a cenar al centro del pueblo. Un pueblo muy veraniego con su paseo marítimo lleno de puestecitos, restaurantes y hasta un carroussel. Cenamos en una pizzería dónde tuvimos la suerte de conocer al Pozi francés. Personaje curioso que cantaba flamenco pero no tenia ni idea de castellano. 

De vuelta al camping me despedí de ellas porque al día siguiente yo madrugaría mucho.













Etapa dedicada a  Raquel, Maribel y su mascota Kueixo



24 junio 2013

Ya está aquí el verano, nuevo viaje, nuevo reto y UN SORTEO!

Hola bicivoladores!

Ayer empezó el verano y eso, entre muchas otras cosas, quiere decir que ya estoy preparando mi nueva aventura sobre ruedas.

Este será el primer año que iré solo. Es cierto que hace un año mi compañero Víctor se volvió hacia casa en Valencia y yo hice una etapa más hasta Alicante, pero este año el viaje es completamente en solitario.
Tengo cierto respeto por recorrer tantos kilómetros en soledad por lo que pueda pasar, pero no tengo miedo. Se que conoceré a muchísima gente y que sabré disfrutar de ello. También estoy seguro que echaré de menos a los bicilokers habituales, pero la incompatibilidad de las vacaciones  ha hecho que sea imposible juntarnos este año.
Otra novedad será que el viaje no será en Agosto sino en Septiembre así que espero pasar algo menos de calor que en los últimos años.

A estas alturas del post debéis estar preguntando ¿Pero a dónde va este personaje?  Pues lejos. Muchos kilómetros para 15 días. Más de 1000. Me siento muy cómodo y fuerte encima de la bici y creo que lo conseguiré. Es un reto que me pongo.

Pero no os diré dónde voy, eso tendréis que adivinarlo vosotros. Dejad un comentario con el nombre de una ciudad y quien acierte tendrá un recuerdo a mi vuelta.


Esta tarde os subo otra etapa del camino de santiago!

Saludos!

17 junio 2013

DIARIOS DE VIAJE (BARCELONA - SANTIAGO DE COMPOSTELA)

ETAPA 6 ZARAGOZA - TUDELA 94 km

Sonó el despertador. Lo apagamos. Volvíó a sonar. Lo volvimos a apagar.
 Nos despertamos más tarde de lo previsto, por eso recogimos rápidamente todo y le hicimos un chequeo rápido a la mecánica. No recuerdo si desayunamos pero creo que no.

Salir de Zaragoza fue bastante fácil ya que está repleta de carriles bici. Solo teníamos que seguir el río. Como nos gusta perder algo de tiempo, tomamos un pequeño desvío para ir a ver la zona de la expo. De vuelta al camino pedaleamos a buen ritmo por asfalto hasta Utebo y allí paramos a estirar y de mientras nos zampamos unas cuantas "rebuenas" las galletas del camino. Nos habíamos pasado con la crema de calentar los músculos y nos ardían las piernas.

Seguimos por vías a ratos asfaltadas a ratos con intento de asfaltado y a ratos de tierra y fuimos dejando atrás los pueblos de Sobradiel, Torres de Berellen o Alagón. Intentamos sellar siempre que nos lo permitían, en todos los ayuntamientos. El día aún no era caluroso, pero no había ni una sola nube en el cielo y sabíamos que pronto empezaríamos a sudar de lo lindo.

Avanzamos muchísimos kilómetros con una velocidad asombrosa y solo nos deteníamos a sellar. Había trozos de "carretera" que estaban asfaltados a pegotes. Era peor circular por allí que por tierra. Parecía que le habían dado a cada vecino un cubo lleno de asfalto, y cada uno hubiera volcado el suyo. A nuestro lado huertos y más huertos a lo largo del margen del Ebro.

Parecía que habíamos recuperado tiempo y se acercaba la hora de comer. Habíamos llegado a Mallen y allí paramos a hinchar las ruedas correctamente. Nos dijeron que el siguiente pueblo, Cortes, estaba a 2 kilómetros así que, para avanzar algo más fuimos hasta allí. Para nosotros fue una grata sorpresa y un chute de adrenalina enterarnos, mediante un cartel que estábamos en Navarra.

No nos cortamos un pelo a la hora de montar nuestro campamento culinario en la propia porchada del ayuntamiento. Como ha dicho antes, el calor ya era importante y allí teníamos sombra y asientos. No había sitio más fresquito en todo el pueblo. Eran las 14.30. Mientras uno empezaba a hacer la comida (espaguetis a la carbonara) el otro subió a sellar. Hicimos buenas migas con el conserje del ayuntamiento y le contamos nuestras peripecias. Mientras hervía el agua hicimos una microsiesta. A nuestro lado  había un chico con un portátil y estaba conectado a internet. Había carteles de wi-fi público y pensamos que quizás fuera el único lugar con wi-fi. Nos hizo gracia.
 Luego como buenos cicloturistas le pedimos a nuestro amigo conserje que nos dejara un cubo y una fregona para limpiar la parte que habíamos ensuciado comiendo. Mientras Moli volvía a los mundos del sueño hice el esfuerzo sobrehumano de ir a lavar los platos a la penosa fuente de la que apenas salia un chorrito de agua. Cuando volví desperté a Moli, levantamos el campamento y nos pusimos en marcha.
Compramos agua en el bar del pueblo y nos clavaron 3€ por botella grande. Un robo, pero hacía demasiado calor. Más calor que nunca. Pegajoso y horrible calor. Saliendo del pueblo un personaje al que le había dado demasiado el sol nos preguntó por la "Solarquedada" El solo concepto de una "solarquedada" fue desternillante en aquel momento y me sigue haciendo gracia a día de hoy

 Nos quedaban 30km para llegar a Tudela y no queríamos arriesgarnos a una deshidratación. 31º a la sombra y unos 43º al sol.  Vivimos unos momentos duros, durísimos, porque en el camino no había ni una sola sombra. Evidentemente eramos los únicos suficientemente locos como para ir en bici, o a pie por ese camino. Era una recta inacabable. No hablábamos, cada uno estaba encerrado en sus pensamientos intentando avanzar sin pensar demasiado en el calor. No queríamos pensar en las sombras, en los kilómetros que quedaban, en los que llevábamos. La mente trabajaba más que las piernas en este momento. Había que racionar cualquier gota de agua, pero beber aunque no tuviéramos sed para no deshidratarnos. Para distraernos pusimos la canción de Ennio Morricone "For a fistful of dollars" no podía haber una mejor para ese momento y estábamos tan preocupados y ausentes que sonó durante más de 11km una y otra vez.

El camino de repente se desvaneció y paso a ser parte de las piedras que ponen en las vias del tren y plantas. Hubimos de recorrer unos 100 metros a pie mientras nos íbamos quedando secos sin darnos cuenta de ello. Además el metal de las vías refractaba el calor y nos golpeaba con fuerza por nuestro lado izquierdo. Cada vez era peor y nos vimos obligados a parar a la sombra del único puente. Aún alli hacia calor porque no corría ni una gota de aire.

Poco después de la parada llegamos a un pueblo, creo recordar que era Ribaforada, no nos pareció un pueblo bonito, pero si que nos vino de perlas para refrescarnos y a poner reflex en la rodilla de Moli que le volvía a dar problemas. Paramos en casi la primera sombra que vimos y nos compramos un refresco. Estaban preparando el pueblo para fiestas y ponían el vallado del encierro. Bueno en ese momento nadie trabajaba, hacía demasiado calor.
 Saliendo de Ribaforada el camino se arrimaba más a las arboledas e incluso se metía entre ellas. Se nos hizo más fácil ciclar por aquí pero el calor era duro igual.

Volvimos a encontranos siguiendo el canal imperial de Aragón en lugar del Ebro y acabamos en una especie de parque El Bocal. Había muchísimos arboles, a los cuales agradeceré eternamente la sombra porpocionada, y hasta un laberinto. Desgraciadamente el cansancio nos hizo replantearnos la parada ociosa en el laberinto y continuamos hasta encontrarnos con una presa que debíamos cruzar. La casa de compuertas que controlaba la presa parecía abandonada, pero en su época debió lucir muy bonita. Ahora ns dio la impresión de que todo lo controlaban mecánicamente desde algún lado mucho menos bonito..

Solo nos quedaban 10 kilómetros para Tudela. En ellos solo había pequeños repechos y bastante sombra.

Al entrar a Tudela nuestros cuerpos y nuestras mentes se relajaron completamente. Habíamos logrado alcanzar la pequeña meta diaria y soportado unas temperaturas de escándalo para pedalear. Preguntamos por el albergue a unos niños no nos supieron decir donde quedaba, y luego una señora que se rió cuando le preguntábamos por que el albergue era el edificio que estaba delante nuestro.
Desde fuera parecía un colegio de primaria o una guardería, pero no un albergue.

Como era algo "tarde" había muy pocas plazas disponibles, pero "llorando" un poco conseguimos 2 camas. Estaba tan lleno porque allí descansaban hoy unos grupos de 15 a 20 personas con discapacidades psíquicas que estaban haciendo una ruta.

Atamos las bicis a una verja, desmontamos todo y lo transportamos a la gran habitación compartida. Unas 40 o 50 literas. La noche pintaba mal. Pero aún me faltaba por llegar la peor noticia.

Nos duchamos y salimos a ver la ciudad. A los 5 minutos la ducha resultó ser inútil. Seguía haciendo demasiado calor, entre 43 y 45º. Paseamos por todo el casco antiguo de Tudela, la plaza de los fueros y paramos a comprar un helado. Las piernas nos decían que ya basta, pero nunca sabes cuando vas a volver a ese lugar, así que había que aprovechar. Paramos a comprar unos cogollos y media sandía para la cena. Cuando ya empezó a aflojar el calor emprendimos el largo camino de vuelta al alberuge.

Mientras David hervia los cogollos y unas patatas yo recibí la llamada de mi, por aquel entonces, pareja.
Como en todos los "bici-viajes" que había hecho mientras estábamos juntos me puso muchos problemas para poder hacerlo. No le gustaba nada la idea y eran largas las negociaciones para conseguir que me dejase viajar en bicicleta, que es lo que más me gusta hacer en el mundo. No comprendía ni compartía, para nada mi pasión. Durante los viajes siempre me hacía pasar malos ratos llamandome enfadada desde Barcelona y me ponía en situaciones incómodas, pero ninguna como esta que os contaré.

A parte de los 2 integrantes del viaje, una buena amiga mía me pidió incorporarse a nuestro periplo cuando llegaramos a Burgos. Sería su primer viaje en bici y con alforjas, y aunque durante el invierno y la primavera había salido a entrenar con ella muchas veces, yo no las tenía todas conmigo porque no creia que pudiera aguantar nuestro ritmo. Pero aún así, le dije que se viniera, siempre es bonito ver como alguien forma parte de tu pasión. A mi pareja eso no le hizo ninguna gracia y aunque había logrado convencerla de que estuviera tranquila, cuando llegamos a Tudela, más o menos el punto intermedio entre lo que habíamos recorrido y lo que nos quedaba hasta Santiago, le dio por cambiar enteramente su opinión. En nuestra conversación me dijo con tono sereno pero severo que ya estaba harta y que no quería que continuara con este viaje. Que volviera mañana mismo a Barcelona o cuando regresara ya no seríamos pareja.
No me lo podía creer, todo lo maravilloso de la aventura había quedado a segundo plano. Quedé destrozado. Hablamos durante horas, no cené nada. Llantos, gritos, más llantos, más gritos. Negociaciones. Se había puesto el sol hacía rato y yo seguía en el jardín del albergue hablando por teléfono. Mis pensamientos iban a 500 km/h intentando hallar una solución al dilema. Este viaje era algo que se había ido fraguando en mi interior durante años, había salido desde mi casa y pretendía llegar a Galicia. ¿Que podía hacer? ¿Volver mañana y abandonar a David? Conociéndolo el hubiera abandonado también y eso me haría sentir culpable con el para siempre. Harto de hablar contra un muro tomé la decisión más acertada y que quizás habría tenido que tomar antes. Continúe mi camino.

Sobra decir que esa noche no dormí en absoluto.


Perdón por tardar tanto en escribir esta entrada, pero había cosas que no quería recordar.

Mañana más!