DIA 3 SAINT JULIEN LES MARTIGUES - LA CIOTAT
(86km)
e
Cambié el la cámara pinchada del carrito y me puse a pedalear. Me tocaba empezar bajando. Pero a los 5km volví a pinchar la rueda del carrito. No me quedaban cámaras. Pensé en llamar a Teresa y que me acercara en coche algún taller, pero tener que volver a subir me desanimó y a mi siempre me cuesta recular. Como ya había desarrollado cierta habilidad con el remolque continué hasta el siguiente pueblo. Sausset les Pins.
Allí me acerqué a un par de hombres que tomaban un café en una terraza y con mucho esfuerzo conseguí hacerles entender que buscaba un "atelier". Empezaron a hablar entre ellos en francés. Esperé pacientemente a que acabaran de decidirse. Uno de ellos se dirigió a mi en inglés cutre pero le entendí. Me dijo que en unos 3 km había un mecánico en una gasolinera y que me podían llevar con la bici en su furgoneta. Les dije que podía seguirles con la bici porque desmontarlo todo era un poco complicado, mentí.
Apuraron su café y fueron a por su vehículo. En mi cabeza los llame Simon and Garfunkel por que me recordaron a ellos por sus pintas y la verdad me pareció acertado.
Con esfuerzo y porque ellos me esperaban a cada rato, alcanzamos el taller. Allí le explicaron al chico mi problema, nos despedimos y se fueron.
Entré en la tienda de la gasolinera comprar parches de reparación de pinchazos. El precio me pareció carísimo pero no tenía opción. Del mecánico lo único que necesité fue su bomba de aire para localizar la zona pinchada. Luego saqúé un fino alambre. Culpable sin duda de los 2 pinchazos. Vi que pese a que solo llevaba 3 días pedaleando el desgaste del neumático del trailer era grande. No era una goma de calidad, eso ya lo sabía, pero me daba miedo que se rajase en algún momento.
Me tocaba subir un por entre las montañas que acababan en el mar. En mi mp3 empezó a sonar BB King, el momento del día era idóneo. No se me hizo excesivamente dura la subida y la bajada era preciosa con Marsella de fondo (de lejos es bonita)
En L'Estaque paré de nuevo y vi que había vuelto a pinchar la cámara del remolque. Esta vez un trozo de vidrio que había encontrado en la sucisima carretera que entraba en Marsella.
De repente me empezó a doler terriblemente el cuadriceps, donde se une con la rodilla. No me dejaba pedalear ni andar. Parecía que me había roto. Estiré y estiré, pare a descansar. Volví a estirar y poco a poco reanude la marcha. El dolor era horrible pero se fue pasando. Paré a estirar un par de veces más. Aún en las afuera de Marsella paré a comerme una hamburguesa en un mcDonalds.
Estaba en medio del polígono intentando llegar al centro de Marsella cuando me vi metido en medio de la ronda. Intentaba no agobiarme por el peligro que significaba circular por allí y cogí la primera salida. Era el final del puerto y la zona en la que ya había alguna vivienda era muy marginal. Me recordó a la zona franca. Empecé a subir por una calle empinadisima y estrecha. Tuve que bajarme de la bici porque no podía ir serpenteando para subir por lo estrecha que era (y por que iba en contra dirección). Bajé de esa colina para acabar de nuevo en la ronda. Era muy peligroso pese a que ya estaba en la ciudad esa no era una via por donde circulasen bicicletas. No es que no se pudiera, pero era de locos. El calor empezaba a agobiarme, y se hacía peor por estar en una gran ciudad. Volví a salir de la carretera, esta vez no en la primera salida, si no en una que ponia "centro urbano". Pero ese centro era un centro comercial.
Seguía pedaleando por las afuera de Marsella. El gps no me estaba ayudando mucho así que decidí seguir a un bus de linea que supuse que me acercaría al centro y así lo hizo. Tras hora y media lo conseguí. Me pareció una ciudad muy sucia y poco cuidada. La iglesia, que algún dia fue de piedra blanca, estaba ahora cubierta por hollín negro y no parecía que la fueran a limpiar.
Volví a parar a comer en un kebab, pero vi una rata muerta en la acera y se me pasó el hambre. Salir de Marsella fue más fácil. Solo tenía que seguir una calle muy larga con un carril bici hasta el final. En un punto de esta calle cruzando un semaforo con muchos peatones, un idiota se planta delante mio y me hace tener que frenar. Empieza a decirme calmadamente algo en francés que no entendí del todo. " Esto es un paso de cebra para peatones" o algo asi. Yo también calmadamente le respondí: "Esto también es un paso para ciclistas y usted es la primera persona subnormal que encuentro desde Barcelona" Lo dije despacito y en ingles para que me entendiera. Continué por esa larga calle hasta que vi una señalización de un Decathlon.
Me hizo desviarme un poco pero necesitaba cámaras y otros artículos. Por lo menos allí no estarían a precios desorbitados. Al dejar Marsella empiezas a subir el puerto de la Ginesta. Al principio había carril bici pero luego la carretera pasa a ser más estrecha. Tenía ganas de subir. Las etapas anteriores habían sido muy llanas y el viento no me gustaba nada. En la montaña el viento desaparecía y a mi me encanta subir.
Hacia la mitad del ascenso me encontré con Christopher. Estaba en un mirador desde el que se veía la sucia Marsella parado con su coche, cargando el móvil. Aproveche para pedirle que me hiciera una foto con la ciudad detrás y empezamos a hablar. Me aconsejo parar en otro mirador más adelante, ya en la bajada, desde el que se veía todo Cassis. Fue muy agradable charlar un rato con el y emprendí la marcha animado.
Me adelantó al cabo de un rato ya casi a final de la subida. La bajada la disfrute mucho, con el mar a mi derecha, el día perfecto, ciclistas de carretera y muchos, muchos runners que desafiaban las cuestas y el calor. Luego descubri que entrenaban para la famosa carrera de Marsella-Cassis. Pensé en mi amigo Miguel Baena, estoy seguro de que le encantaría participar algún día.
En la bajada, confiado por lo bien que iba, cogí demasiada velocidad. El remolque empezó a dar bandazos, y la bici con el. Iba a 65 cuando perdí el control de la bici. Tuve que cruzarme por toda la calzada para contrarestar los movimientos del remolque. Por suerte no pasaba ningún coche por allí en ese momento. A los 300 metros conseguí dominar la situación y paré. Casi se me sale el corazón por la boca. Llego a caerme a esa velocidad por esa carretera de montaña y acabo en Córcega.
Al llegar al mirador Christopher me estaba esperando con su coche. Me invitó a su concierto de esa noche en Cassis, pero ya le dije que me seria imposible ir. Esa noche debía pasarla en La Ciotat, donde me esperaba Jorgen y su familia. Antes de despedirnos, Christopher me preguntó como pensaba llegar hasta la Ciotat. El me dijo que tenía dos opciones. Seguir por la aburrida carretera por donde iban todos los coches y no iba a ver nada interesante, o subir a los acantilados y disfrutar de las vistas. Me golpeó el pecho y me dijo que si era un ciclista de verdad subiría a los acantilados.
No hacia falta que me picara, pero lo hizo, pese a sus advertencias de lo dura que era la subida.
Una vez en Cassis, en vez de rodearlo bajé hasta el pueblo. Compré merienda y me dí un baño en la playa. Volví a subir hasta la carretera y tomé el desvío hacia la "route de les cretes". Christopher no mentia. La subida era solo apta para ciclistas de verdad, pero de verdad de la buena. Para empezar las rampas eran del 10 al 17% con pequeñas urbanizaciones a los lados. Luego uno 100 metros casi llanos que te preparaban para las rampas del 22, 26, 29 y 31 % siguientes. Subí serpenteando, con mi remolque y mi maleta de 32 kg más los 3-4 kg de agua que llevaba.Fué épico. Alcancé el primer mirador. Hubo una pareja que me aplaudió al verme llegar. Las vistas de Cassis eran preciosas. Seguí subiendo, ahora con menos inclinación. Paraba en todos los miradores y en todos hacía fotos. Sin duda había merecido la pena el esfuerzo. En todas mis paradas había gente asombrada de verme llegar allí con la bici y el remolque. Yo estaba, de verdad, gozándolo, mis piernas me pedían montaña. En el punto más alto de los acantilados había parados 2 autocares y mucha gente haciendo fotos. Le pedía a uno de ellos que me sacara una foto y me senté en el filo del acantilado. Se escucharon expresiones de asombro y miedo de la gente que me vio tan cerca, pero yo quería la foto. Una pena que el fotógrafo fuera de dedos largos.
Segui llaneando por la cima de los acantilado y hasta bajando un poco. Aún me quedaba una subida fuerte más según Christopher. La subí sin problemas a muy buen ritmo y en la cima un hombre mayor en una scooter se detuvo frente a mi. Era Jorgen, preocupado por mi había subido a buscarme. Pude seguir su ritmo en la bajada. Frenando y todo no bajaba de los 42 km/h. Parecía que el remolque se comportaba un poco mejor en las bajadas. Una vez en LaCiotat, Jorgen me guió hasta su urbanización.
Aparqué mi bici en un trastero comunitario y entramos a su casa. La casa era era pequeña pero muy apañada. Allí estaba su mujer, no recuerdo su nombre. Todo el piso tenia un toque oriental de puertas correderas, tatami... El salón-cocina a 2 alturas. Podías dar la vuelta a la casas sin pasar 2 veces por la misma habitación, era divertido. Ellos dormían en una especie de sótano, porque en verano allí hacia menos calor. La habitación que me toco era de nuevo la del hijo, que también estaba estudiando. Estaba llena de cómics. Americanos, japoneses y europeos. Tenía cientos por todos lados. Y también un pedazo de dibujo suyo de Spiderman. El chico era un artista. Me hicieron ducharme rápido, habían quedado en media hora para ir a cenar y querían que fuese con ellos.
Limpio y aseado, cogimos el coche. Un coche totalmente eléctrico. Fuimos a buscar a una amiga suya. También de 60 y algo años. Y luego a otra más. Jorgen y una de las mujeres hablaban ingles. La esposa de Jorgen y la otra solo francés.
Me llevaron a una cala pequeña y de allí a unas rocas que separaban la cala de otra aún más pequeña. La cala nudista. En esas rocas empezaron a hacer una barbacoa. Mientra la mujer de Jorgen hacía el fuego, el y yo nos dimos un baño con el sol atardeciendo tras La Ciotat. Luego ayude a hacer la barbacoa, lavando las verduras y cortándolas a trozos.
Se hizo de noche y solo yo llevaba frontal. Cenamos a la luz del fuego. Sardinas, patatas, pimientos, berenjenas, otra vez comí de todo. Yo participaba poco en la charla, estaba agotado y me estaba entrando frío. Incómodamente me dormí entre las rocas. A las 00.30 les rogué volver a casa porque necesitaba dormir. Lo entendieron perfectamente, recogimos todo el tinglado y fuimos todos a casa de Jorgen. Allí ellos continuaron la sobremesa. Yo me disculpé y me fui a dormir.
Etapa dedicada a Miguel Baena porque comparto y comprendo su pasión por el deporte. Algún dia aspiro a salir a correr con el.
Y tambien a José Marin porque si llega a ver aquella habitación no hubiera dormido en 2 dias chafardeando todos los cómics