ETAPA 10 CARRODANO INFERIORE - VIARREGIO
(90 km - 4 horas 40 minutos - 2000 metros de desnivel ascendente)
No quiero perder el tiempo y me levanto a las 6.30. Recojo mis bártulos y me como 4 galletas. No veas como duran las "rebuenas", aprovecho para acabar con la penúltima ampolla de jalea real. Mi gran secreto. Abro la puerta que da a la terraza. Hace un frío considerable y llueve mucho. Parece que por primera vez me va a tocar pedalear con lluvia en ruta.
Con el chubasquero puesto bajo al hall del hotel. Me sorprendo al ver a la chica ya levantada preparando la "colazione" (desayuno en italiano). Le hago unas cuantas preguntas por la ruta que quiero tomar, y mi intención de visitar los pueblos que forman las coloridas estampas de las Cinque Terre. Me lo indica en un mapa que intento, y consigo, memorizar. Pero me advierte de una carretera cortada, incluso para bicis. Pero no entendí el motivo.
Aprovecho para conectarme 5 minutos y saludar en casa. No sabrían nada más de mi hasta que pudiera volver a conectarme. Mientras estoy usando el PC la chica se acerca a mi con un expresso y unas galleta de miel. Le recuerdo que no he pagado el desayuno con la habitación, pero ella me dice que es un detalle de la casa. Detallazo. Charlé con ella explicándole mi epopeya y a dónde quería llegar. Se portó genial conmigo.
Cuando deje el hostal eran las 7.30 y para mi sorpresa, había dejado de llover. Guardo el chubasquero en la maleta.
Empezamos fuerte con un primer kilómetro de gran pendiente, pero luego una larga y fría bajada seguida de rectas y subidas suaves y progresivas que me llevan hasta un encantador y sombrío valle. Aunque la lluvia me respeta, no las tengo todas conmigo sobre si volverá a llover.
A los 12 kilómetros me desvío de mi querida SS1 y tomo el ramal que me llevará a las Cinque Terre. Este tramo se salía de mi planificación, pero ya que estaba pedaleando por aquí...
La carretera se estrecha mucho, se vuelve enana. De solo un carril. Empiezo a pasar por granjas, casas aisladas. El paisaje me recuerda mucho a Galicia, sin llegar a ser tan bonito. Las gentes del lugar se quedan mirándome al pasar y los más valientes hasta me saludan. El camino vuelve a subir un poco bruscamente durante unos metros y luego pasa a ser llano nuevamente. Tras un giro cerrado aparece Pignone, un pequeño pueblo en el que decido parar.
La entrada al pueblo era un tanto especial. Se hacía por un pequeño puente que salvaba la riera. El puente tenía solo un carril y luego cruzaba un arco que daba a la plaza mayor. La verdad es que era muy bonito. Estiro los músuclos y bebo abundante agua. Paro a un señor mayor y le pregunto como llegar a Vernazza. Me lo explica muy bien, con mucho detalle. Las subidas que me esperan, que me dice que son largas, unos 6 kilómetros, pero no duras. Increíble como lo clavo con la descripción (que entendí en perfecto italiano).
Empiezo a subir, pero me cuesta mucho pedalear. Me ahogo. Noto las piernas muy cansadas. Me digo y me repito que es temporal, que es una "mini-pájara" y que solo es que me esta costando entrar en calor. Paro a tomar un gel que tenía guardado y una pastilla de azúcar. Hago paradas frecuentes para no desanimarme. Cuándo el gel y la dextrosa empiezan a hacerme efecto mi cuerpo empieza a reaccionar. Me ha costado, pero ya vuelvo a tener el motorcito de mis piernas en marcha.
La carretera es más camino que carretera. El sol se resiste a salir. Finalizo la subida de 6 kilómetros y vuelvo a ver el mar. Tenía frente a mi un desvío hacia Vernazza, a la izquierda o a Monterosso, a mi derecha. Yo quería ir a Vernzaa pero gracias a la información de la chica del hotel sabía que me habría equivocado. Veo una señora en una casa y, solo por si acaso, pregunto por el camino a Vernazza. Me confirma que está cortada, luego entendería porqué. Subo un poco más, había operarios desbrozando los matorrales de ambos lados de la carretera, siendo tan estrecha y con tantas curvas era algo obligado. Me saludan todos y veo el asombro en sus caras de ver a un loco con un remolque por esas tierras tan escarpadas.
Al cabo de poco empiezo a bajar. Una bajada pronunciadísima de 6 km. Tengo que ir frenando a tope para conseguir ir a 40km/h. El paisaje es espectacular. El más bonito de este viaje. El mediterráneo a mis pies, roca, aire y el sol que hacía por salir de detrás de las grises nubes.
Llego a Monterosso donde "turisteo" un poco. Las casas de colores son bonitas, pero ya me habían dicho que era el menos bonito de todos. Al estar la carretera cortada me veo obligado a coger un tren hasta Vernazza.
El andén está 2 pisos por encima de la entrada de la estación y sin ascensor. Separo el remolque de la bici y voy subiendo por etapas, intentando no perder de vista ninguna de las 2 cosas. Compro un billete y mientras espero al tren me como un trozo de pizza y una focaccia en el bar de la estación.
Una hora más tarde llega mi tren. Por respeto espero a subir el último, por llevar la bici. Pero la gente no es tan respetuosa y educada, el tren se llena y algunos nos quedamos con cara de tontos en el andén. Yo llevaba esperando mucho más tiempo que algunos de los que habían subido. Me enfadé considerablemente. Además el billete tenía un tope horario máximo que sin duda superaría esperando al siguiente tren. Les pido a 2 señoras que me vigilen la bici mientra voy a reclamar. Cruzo corriendo el paso inferior, hago la cola pertinente y cuando llega mi turno la "para-nada-simpática" mujer de la ventanilla me dice que no importa la hora que coja el siguiente.
Al subir al tren nadie me ayuda con mis bultos, me toca moverme deprisa. Hay un sitio reservado para las bicis, dónde dejo la mía.
Una para después me apeo de la cafetera a la que llaman tren. Vernazza es mucho más pequeño. Esta vez si que me ayudan a bajar las cosas del tren y hasta el nivel de la calle. Un simpático turista alemán al que se lo agradecí mil veces. Recorro las estrechas y laberínticas calles de Vernazza hasta que llego al embarcadero. Consigo que me hagan unas cuantas fotos con el mp3, que no tiene la calidad del móvil, pero algo es algo. Me encanta el pueblo, sus callejuelas y sus pequeñas casas de colores. Las tiendas son todas para satisfacer a los turistas. Saco dinero en un cajero situado a escasos 20 metros del mar, y vuelvo a una de esas tiendas para preguntar cuanto vale una figura en forma de rana (siempre compro una rana en mis viajes) 15€, me parece un abuso. Sigo perdiéndome por las calles y no dejo ver a muchos alemanes. Sobretodo jóvenes. Paro a comprar un helado de amarena, de mis favoritos, y lo devoro.
Leo un cartel dónde explican que el pueblo fue devastado en 2011 por un torrente de agua y barro procedente de la montaña. Ahora entiendo que la carretera estuviese cortada.
Ya podía volver a pedalear. Antes de abandonar el pueblo me aseguro de que pueda llegar por carretera y entro a preguntar a una tienda. La chica joven que atiende sale a la calle para indicarme mejor. Si que podía.
Empiezo a subir. Los primeros 400 metros son inhumanos y sigo subiendo como puedo. Plato 1 piñon 1. Chorreo sudor a mares. Consigo llegar a la carretera que bordea la montaña. Soy feliz. La sigo fácil hasta Corniglia. Durante la bajada veo el pueblo al fondo, encima de una colina que se adentra en el mar. La imagen bucólica, las casas coloridas, el sol despuntando por fin. ESTO ERA LO QUE HABÍA VENIDO A VER. Me emociono y se me pone la piel de gallina. Ha merecido la pena el esfuerzo titánico de llegar aquí. Las cosas así hay que ganárselas.
El pueblo es aún más pequeño que Vernazza. Diminuto. Pero a la vez resulta más bonito aún. Durante la bajada hago fotos y grabo un vídeo.
(PAUSA: En la última actualización de este diario haré una lista de anécdotas y publicaré los videos FIN DE LA PAUSA)
Consigo que me hagan fotos a la entrada del pueblo. Ya en Corniglia visito otra heladeria, de verdad que los gelattos eran de otro mundo. Una chica latina atendía y le hablé directamente en español. Se me hacía hasta raro. Le cuento mi viaje y quiere salir a ver la bici y el remolque. Me deja solo en la heladería, que inconsciente por su parte. Alucina al ver que llevo de todo en la bici y me invita al helado, esta vez de chocolate negro. Ya tengo una fan más.
El helado tenía una pinta especial y un sabor aún mejor. Paseando por el pueblo encuentro a una pareja de turistas sudafricanos, que son los que me habían hecho la foto anteriormente y me paran para que les cuente cosas sobre mi viaje. Abandono Corniglia, pero tengo que volver a coger el tren, de nuevo la carretera estaba en obras.
Mientra espero en el andén conozco a un par de matrimonios de Argentina que me explican las bellezas naturales de su país, y me invitan a recorrerlo en bici, quien sabe. A lo mejor ya tengo las etapas planeadas...o no.
Me ayudan a subir la bici al tren y luego a bajarla. Riomaggiore es el pueblo más cercano a la gran ciudad y por tanto, el más gastado, más explotado y menos encantador. Aún así es precioso. Paseo lentamente por sus calles, disfrutando de cada momento. Es el último de estos coloridos pueblos que visitaré. Pienso que a mis padres les encantaría venir algún día y recorrer a pie, porque había un camino inciclabe, que unía todos los pueblos. Quizás me apunte a venir con ellos paraponerme hasta el culo de pizza y helado, ayudarles con el italiano.
A la salida del pueblo, paso por delante de una pareja. Observo que ella empieza a hacerme fotos y me paro en seco. Entonces me pide permiso para sacarme una foto, permiso que evidentemente le otorgo. Una vez tomada la instantánea me preguntan de dónde vengo y hacia dónde me dirijo. Cuando le cuento todo quieren hacerme más fotos. Ellos son de Rusia y al despedirme me dan la mano. Cuando me la dio ella apretó como suelo apretar con mis amigos, firmemente. Pero no caí que el armario de su marido,un fornido oso ruso de la estepa siberiana, iba a apretarme la mano más aún. Desde ese día se que nunca has dado un apretón de manos si no le has dado la mano a un ruso (proverbio biciloker)
Con la mano dolorida empiezo a ascender hasta la carretera de montaña. Es una subida típica de montaña, con curvas zigzagueantes, muy cerradas y estrechas. A medida que ganaba altura, la panorámica de Riomaggiore con el sol, el mar y las montañas de fondo también ganaba en espectacularidad. Hago las últimas fotos.
Los coches que subían por la carretera esperaban pacientemente para poder adelantarme y me animaban y aplaudían. No solo era un loco subiendo en bici, era un loco subiendo en bici con un remolque.
Con todo este paseo turístico llevo más de 60 kilómetros y aún no había llegado a la Specia. Tras 10 kilómetros de pequeñas subidas y bajadas, que confirman que mi pájara ha desaparecido llego a la ciudad. Había decidido avanzar un poco en tren por 2 motivos. Parte de los kilómetros de la etapa ya estaban pedeleados, pero en lugar de haber sido en linea recta buscando Roma, había disfrutado visitando pueblecitos. La hora, eran las 16.30 y se suponía que tenía que haber dormido en esta ciudad la noche anterior.
Como una hamburguesa mientras espero a mi tren. Una vez en el andén me aconseja ir al último vagón porque allí la bici no molestaría. Le hago caso y la acomodo cerca de la puerta y tomo un asiento desde dónde la puedo ver en todo momento.
Se sientan conmigo 2 señoras ecuatorianas que resultan ser muy majas. Van hacia Firenze al consulado americano. Una de ellas va a ser abuela y quiere pedir el visado para ir a EEUU a ver nacer a su nieto. Lleva una emotiva carta de su hija para poder conseguirlo. Me la lee, y entre muchas otra cosas bonitas le dice que ojala ella (la hija) consiga ser tan buena madre como lo fue ella (la señora de mi lado). Casi nos ponemos a llorar los tres. Son muy muy religiosas, católicas. Conocen muy bien la biblia y hablando de ello yo les digo que no creo en nada, pero que mientras no hagan daño a nadie y dejen ser felices a los demás, me parecía bien que creyeran en lo que quisieran. Quedan más que contentas con mi respuesta. Hablamos de muchas otras cosas más mientras el tren llegaba la Massa, la primera parada. Aparece como de la nada una marimacho revisora, su cara de amargada era notable. Me obliga a bajar de la bici isnsitendo en que no se pueden llevar bicis en ese tren. Yo le digo que el conductor me ha dejado y que allí la bici no molesta a nadie. No atiende a las explicaciones y le importa bien poco quien me dijera qué, y la evidencia de que no era de ese país y venía viajando en bici. Con muy poca mano izquierda me insiste en que abandone el tren que había horarios puestos en los que si podían ir las bicis. Yo insisto en que he preguntado a 2 personas y ellas si me lo habían dicho. Acaba por llamar a la "polizia ferroviaria" y bajo del tren. Casi me dejo la mochila en el compartimento, y eso que bajé sin ninguna prisa. Cuando se va el tren les pregunto a los policías que hago y me dicen que espere al siguiente. Yo ya no me fío de nada, parece que la RENFE italiana tiene tan buena organización y trato como la española.
Decido que aunque acabe la etapa con tropecientos kilómetros de más, iría en bici donde fuera. Empiezo a pedalear y me encuentro bien, quizá sea la adrenalina o el cabreo generado por la revisora con pinta de deportista alemana olímpica de los 80.
Tengo que regresar al track marcado por el GPS para llegar a Pisa, destino final de la etapa de hoy. Me quedaban 50 km. Voy por la carretera principal, pero me parece demasiado transitada y sin un otro motivo ni porqué, me desvío hacia la costa. Llego al paseo marítimo, hay carril bici, un mal carril bici con muchos baches. Quiero cuidar mi remolque y abandono el carril bici para pasar a la carretera. Enormes grupos de ciclistas circulan por ella, uno más no molestaría. Intento atrapar a unos que veo delante de mi, pero pese al ritmo de 30 km/h se me escapan.
Voy comiendo kilómetros a medida que se consume la luz del día. Anocheciendo llego a VIarregio y mi sentido común se vuelve a encender. Pienso que voy a disfrutar más de ver Pisa por la mañana y no oscuras. Además siempre sería más barato un hostal aquí que allí. Acierto plenamente. Buscando un camping que nunca aparece acabo en una gran calle paralela a un grandísimo parque. Veo un "albergo" de una estrella y decido probar suerte. Lo regenta una señora de unos 60 años y negocio el precio. Lo consigo por poco más de 20, muy razonable. La señora vuelve a la cocina, de dónde había venido. Cuando meto la bici en el hall, aún sin habitación asignada, y sin ninguna vergüenza entro a la cocina. Junto con la hospedadora hay otra señora. Están las 2 cocinando y les pregunto que hacen. La otra señora es rusa y está aprendiendo a cocinar la polenta. Les digo que yo también quiero aprender o por lo menos verlo. Entiendo muy bien las explicaciones en italiano, aunque no vayan dirigidas a mi. Le enseña como removerla correctamente. Es divertido y tengo hambre. Al cabo de un rato consigo mi habitación. Subo las cosas y sin perder el tiempo bajo al PC que había visto en el hall para avisar a mis padres y amigos que estaba sano y salvo. Cuando la señora me ve, viene casi corriendo a decirme que el PC es privado, que el último cliente que lo tocó, lo llenó de virus y le costó mucho dinero repararlo. Le explico que solo quiero avisar a casa, un simple email, y ni así. Luego me pide que si le puedo hacer un favor y hacerle unas fotos con la señora rusa. Enfadado pero sin ganas de discutir, me ofrezco como fotógrafo. Luego le pregunto como llegar a un Internet point y me da unas indicaciones. Todas las calles me parecen iguales y no llevo mapa. Me pierdo y empiezo a preguntar a todo el mundo. Nadie sabe con exactitud en que calle está, pero tras dar unas vueltas consigo encontrarlo.
Volviendo al "albergo" paro a por cena en una pizzeria en la que había preguntado antes. Me pido una para llevar. La chica que atendía y la amiga que estaba allí con ella no dejan de mirarme, y me doy cuenta que aún voy con la ropa de ciclista.
Con mi pizza en la mano y muy feliz vuelvo al "albergo", o lo intento. Sigo por la calle que yo creía correcta y al llegar al final no tengo ni idea de dónde estoy. Pienso en preguntar por la dirección del albergo pero, ¡NO SE NI EL NOMBRE QUE TIENE! miro la llave, pero no tiene ningún distintivo. Que torpeza el no haberme fijado. Empiezo a caminar, el algún momento daría con el, y tardé un poco pero lo encontré.
Subo discretamente con mi pizza a la habitación donde doy buena cuenta de ella, dejando un trozo para el sano desayuno de mañana. Me ducho y me pongo una crema especial para aliviar el dolor provocado por el sillín. Veo las estrellas y decido volver a la ducha para quitarla. Con un escozor terrible pero un sueño aún más terrible me quedo dormido.
Aún no lo sabía pero la etapa del día siguiente iba a ser la más épica de mi vida.
En esta etapa me acordé, como en todas, de muchas personas. En especial de:
Criki cuando pasé por bocapignone. Se que se hubiera reído conmigo.
Xavo, si te mola seguir pintando cuadros de motivos de pescadores y ese rollo, visita las cinque terre
Pero sobretodo esta etapa se la dedico a mis padres, porque me enseñaron a disfrutar de cosas así, porque los eché de menos por los pueblos de las cinque terre y les encantaría verlos. Estoy convencido.
Con el chubasquero puesto bajo al hall del hotel. Me sorprendo al ver a la chica ya levantada preparando la "colazione" (desayuno en italiano). Le hago unas cuantas preguntas por la ruta que quiero tomar, y mi intención de visitar los pueblos que forman las coloridas estampas de las Cinque Terre. Me lo indica en un mapa que intento, y consigo, memorizar. Pero me advierte de una carretera cortada, incluso para bicis. Pero no entendí el motivo.
Aprovecho para conectarme 5 minutos y saludar en casa. No sabrían nada más de mi hasta que pudiera volver a conectarme. Mientras estoy usando el PC la chica se acerca a mi con un expresso y unas galleta de miel. Le recuerdo que no he pagado el desayuno con la habitación, pero ella me dice que es un detalle de la casa. Detallazo. Charlé con ella explicándole mi epopeya y a dónde quería llegar. Se portó genial conmigo.
Cuando deje el hostal eran las 7.30 y para mi sorpresa, había dejado de llover. Guardo el chubasquero en la maleta.
Empezamos fuerte con un primer kilómetro de gran pendiente, pero luego una larga y fría bajada seguida de rectas y subidas suaves y progresivas que me llevan hasta un encantador y sombrío valle. Aunque la lluvia me respeta, no las tengo todas conmigo sobre si volverá a llover.
A los 12 kilómetros me desvío de mi querida SS1 y tomo el ramal que me llevará a las Cinque Terre. Este tramo se salía de mi planificación, pero ya que estaba pedaleando por aquí...
La carretera se estrecha mucho, se vuelve enana. De solo un carril. Empiezo a pasar por granjas, casas aisladas. El paisaje me recuerda mucho a Galicia, sin llegar a ser tan bonito. Las gentes del lugar se quedan mirándome al pasar y los más valientes hasta me saludan. El camino vuelve a subir un poco bruscamente durante unos metros y luego pasa a ser llano nuevamente. Tras un giro cerrado aparece Pignone, un pequeño pueblo en el que decido parar.
La entrada al pueblo era un tanto especial. Se hacía por un pequeño puente que salvaba la riera. El puente tenía solo un carril y luego cruzaba un arco que daba a la plaza mayor. La verdad es que era muy bonito. Estiro los músuclos y bebo abundante agua. Paro a un señor mayor y le pregunto como llegar a Vernazza. Me lo explica muy bien, con mucho detalle. Las subidas que me esperan, que me dice que son largas, unos 6 kilómetros, pero no duras. Increíble como lo clavo con la descripción (que entendí en perfecto italiano).
Empiezo a subir, pero me cuesta mucho pedalear. Me ahogo. Noto las piernas muy cansadas. Me digo y me repito que es temporal, que es una "mini-pájara" y que solo es que me esta costando entrar en calor. Paro a tomar un gel que tenía guardado y una pastilla de azúcar. Hago paradas frecuentes para no desanimarme. Cuándo el gel y la dextrosa empiezan a hacerme efecto mi cuerpo empieza a reaccionar. Me ha costado, pero ya vuelvo a tener el motorcito de mis piernas en marcha.
La carretera es más camino que carretera. El sol se resiste a salir. Finalizo la subida de 6 kilómetros y vuelvo a ver el mar. Tenía frente a mi un desvío hacia Vernazza, a la izquierda o a Monterosso, a mi derecha. Yo quería ir a Vernzaa pero gracias a la información de la chica del hotel sabía que me habría equivocado. Veo una señora en una casa y, solo por si acaso, pregunto por el camino a Vernazza. Me confirma que está cortada, luego entendería porqué. Subo un poco más, había operarios desbrozando los matorrales de ambos lados de la carretera, siendo tan estrecha y con tantas curvas era algo obligado. Me saludan todos y veo el asombro en sus caras de ver a un loco con un remolque por esas tierras tan escarpadas.
Al cabo de poco empiezo a bajar. Una bajada pronunciadísima de 6 km. Tengo que ir frenando a tope para conseguir ir a 40km/h. El paisaje es espectacular. El más bonito de este viaje. El mediterráneo a mis pies, roca, aire y el sol que hacía por salir de detrás de las grises nubes.
Llego a Monterosso donde "turisteo" un poco. Las casas de colores son bonitas, pero ya me habían dicho que era el menos bonito de todos. Al estar la carretera cortada me veo obligado a coger un tren hasta Vernazza.
El andén está 2 pisos por encima de la entrada de la estación y sin ascensor. Separo el remolque de la bici y voy subiendo por etapas, intentando no perder de vista ninguna de las 2 cosas. Compro un billete y mientras espero al tren me como un trozo de pizza y una focaccia en el bar de la estación.
Una hora más tarde llega mi tren. Por respeto espero a subir el último, por llevar la bici. Pero la gente no es tan respetuosa y educada, el tren se llena y algunos nos quedamos con cara de tontos en el andén. Yo llevaba esperando mucho más tiempo que algunos de los que habían subido. Me enfadé considerablemente. Además el billete tenía un tope horario máximo que sin duda superaría esperando al siguiente tren. Les pido a 2 señoras que me vigilen la bici mientra voy a reclamar. Cruzo corriendo el paso inferior, hago la cola pertinente y cuando llega mi turno la "para-nada-simpática" mujer de la ventanilla me dice que no importa la hora que coja el siguiente.
Al subir al tren nadie me ayuda con mis bultos, me toca moverme deprisa. Hay un sitio reservado para las bicis, dónde dejo la mía.
Una para después me apeo de la cafetera a la que llaman tren. Vernazza es mucho más pequeño. Esta vez si que me ayudan a bajar las cosas del tren y hasta el nivel de la calle. Un simpático turista alemán al que se lo agradecí mil veces. Recorro las estrechas y laberínticas calles de Vernazza hasta que llego al embarcadero. Consigo que me hagan unas cuantas fotos con el mp3, que no tiene la calidad del móvil, pero algo es algo. Me encanta el pueblo, sus callejuelas y sus pequeñas casas de colores. Las tiendas son todas para satisfacer a los turistas. Saco dinero en un cajero situado a escasos 20 metros del mar, y vuelvo a una de esas tiendas para preguntar cuanto vale una figura en forma de rana (siempre compro una rana en mis viajes) 15€, me parece un abuso. Sigo perdiéndome por las calles y no dejo ver a muchos alemanes. Sobretodo jóvenes. Paro a comprar un helado de amarena, de mis favoritos, y lo devoro.
Leo un cartel dónde explican que el pueblo fue devastado en 2011 por un torrente de agua y barro procedente de la montaña. Ahora entiendo que la carretera estuviese cortada.
Ya podía volver a pedalear. Antes de abandonar el pueblo me aseguro de que pueda llegar por carretera y entro a preguntar a una tienda. La chica joven que atiende sale a la calle para indicarme mejor. Si que podía.
Empiezo a subir. Los primeros 400 metros son inhumanos y sigo subiendo como puedo. Plato 1 piñon 1. Chorreo sudor a mares. Consigo llegar a la carretera que bordea la montaña. Soy feliz. La sigo fácil hasta Corniglia. Durante la bajada veo el pueblo al fondo, encima de una colina que se adentra en el mar. La imagen bucólica, las casas coloridas, el sol despuntando por fin. ESTO ERA LO QUE HABÍA VENIDO A VER. Me emociono y se me pone la piel de gallina. Ha merecido la pena el esfuerzo titánico de llegar aquí. Las cosas así hay que ganárselas.
El pueblo es aún más pequeño que Vernazza. Diminuto. Pero a la vez resulta más bonito aún. Durante la bajada hago fotos y grabo un vídeo.
(PAUSA: En la última actualización de este diario haré una lista de anécdotas y publicaré los videos FIN DE LA PAUSA)
Consigo que me hagan fotos a la entrada del pueblo. Ya en Corniglia visito otra heladeria, de verdad que los gelattos eran de otro mundo. Una chica latina atendía y le hablé directamente en español. Se me hacía hasta raro. Le cuento mi viaje y quiere salir a ver la bici y el remolque. Me deja solo en la heladería, que inconsciente por su parte. Alucina al ver que llevo de todo en la bici y me invita al helado, esta vez de chocolate negro. Ya tengo una fan más.
El helado tenía una pinta especial y un sabor aún mejor. Paseando por el pueblo encuentro a una pareja de turistas sudafricanos, que son los que me habían hecho la foto anteriormente y me paran para que les cuente cosas sobre mi viaje. Abandono Corniglia, pero tengo que volver a coger el tren, de nuevo la carretera estaba en obras.
Mientra espero en el andén conozco a un par de matrimonios de Argentina que me explican las bellezas naturales de su país, y me invitan a recorrerlo en bici, quien sabe. A lo mejor ya tengo las etapas planeadas...o no.
Me ayudan a subir la bici al tren y luego a bajarla. Riomaggiore es el pueblo más cercano a la gran ciudad y por tanto, el más gastado, más explotado y menos encantador. Aún así es precioso. Paseo lentamente por sus calles, disfrutando de cada momento. Es el último de estos coloridos pueblos que visitaré. Pienso que a mis padres les encantaría venir algún día y recorrer a pie, porque había un camino inciclabe, que unía todos los pueblos. Quizás me apunte a venir con ellos para
A la salida del pueblo, paso por delante de una pareja. Observo que ella empieza a hacerme fotos y me paro en seco. Entonces me pide permiso para sacarme una foto, permiso que evidentemente le otorgo. Una vez tomada la instantánea me preguntan de dónde vengo y hacia dónde me dirijo. Cuando le cuento todo quieren hacerme más fotos. Ellos son de Rusia y al despedirme me dan la mano. Cuando me la dio ella apretó como suelo apretar con mis amigos, firmemente. Pero no caí que el armario de su marido,un fornido oso ruso de la estepa siberiana, iba a apretarme la mano más aún. Desde ese día se que nunca has dado un apretón de manos si no le has dado la mano a un ruso (proverbio biciloker)
Con la mano dolorida empiezo a ascender hasta la carretera de montaña. Es una subida típica de montaña, con curvas zigzagueantes, muy cerradas y estrechas. A medida que ganaba altura, la panorámica de Riomaggiore con el sol, el mar y las montañas de fondo también ganaba en espectacularidad. Hago las últimas fotos.
Los coches que subían por la carretera esperaban pacientemente para poder adelantarme y me animaban y aplaudían. No solo era un loco subiendo en bici, era un loco subiendo en bici con un remolque.
Con todo este paseo turístico llevo más de 60 kilómetros y aún no había llegado a la Specia. Tras 10 kilómetros de pequeñas subidas y bajadas, que confirman que mi pájara ha desaparecido llego a la ciudad. Había decidido avanzar un poco en tren por 2 motivos. Parte de los kilómetros de la etapa ya estaban pedeleados, pero en lugar de haber sido en linea recta buscando Roma, había disfrutado visitando pueblecitos. La hora, eran las 16.30 y se suponía que tenía que haber dormido en esta ciudad la noche anterior.
Como una hamburguesa mientras espero a mi tren. Una vez en el andén me aconseja ir al último vagón porque allí la bici no molestaría. Le hago caso y la acomodo cerca de la puerta y tomo un asiento desde dónde la puedo ver en todo momento.
Se sientan conmigo 2 señoras ecuatorianas que resultan ser muy majas. Van hacia Firenze al consulado americano. Una de ellas va a ser abuela y quiere pedir el visado para ir a EEUU a ver nacer a su nieto. Lleva una emotiva carta de su hija para poder conseguirlo. Me la lee, y entre muchas otra cosas bonitas le dice que ojala ella (la hija) consiga ser tan buena madre como lo fue ella (la señora de mi lado). Casi nos ponemos a llorar los tres. Son muy muy religiosas, católicas. Conocen muy bien la biblia y hablando de ello yo les digo que no creo en nada, pero que mientras no hagan daño a nadie y dejen ser felices a los demás, me parecía bien que creyeran en lo que quisieran. Quedan más que contentas con mi respuesta. Hablamos de muchas otras cosas más mientras el tren llegaba la Massa, la primera parada. Aparece como de la nada una marimacho revisora, su cara de amargada era notable. Me obliga a bajar de la bici isnsitendo en que no se pueden llevar bicis en ese tren. Yo le digo que el conductor me ha dejado y que allí la bici no molesta a nadie. No atiende a las explicaciones y le importa bien poco quien me dijera qué, y la evidencia de que no era de ese país y venía viajando en bici. Con muy poca mano izquierda me insiste en que abandone el tren que había horarios puestos en los que si podían ir las bicis. Yo insisto en que he preguntado a 2 personas y ellas si me lo habían dicho. Acaba por llamar a la "polizia ferroviaria" y bajo del tren. Casi me dejo la mochila en el compartimento, y eso que bajé sin ninguna prisa. Cuando se va el tren les pregunto a los policías que hago y me dicen que espere al siguiente. Yo ya no me fío de nada, parece que la RENFE italiana tiene tan buena organización y trato como la española.
Decido que aunque acabe la etapa con tropecientos kilómetros de más, iría en bici donde fuera. Empiezo a pedalear y me encuentro bien, quizá sea la adrenalina o el cabreo generado por la revisora con pinta de deportista alemana olímpica de los 80.
Tengo que regresar al track marcado por el GPS para llegar a Pisa, destino final de la etapa de hoy. Me quedaban 50 km. Voy por la carretera principal, pero me parece demasiado transitada y sin un otro motivo ni porqué, me desvío hacia la costa. Llego al paseo marítimo, hay carril bici, un mal carril bici con muchos baches. Quiero cuidar mi remolque y abandono el carril bici para pasar a la carretera. Enormes grupos de ciclistas circulan por ella, uno más no molestaría. Intento atrapar a unos que veo delante de mi, pero pese al ritmo de 30 km/h se me escapan.
Voy comiendo kilómetros a medida que se consume la luz del día. Anocheciendo llego a VIarregio y mi sentido común se vuelve a encender. Pienso que voy a disfrutar más de ver Pisa por la mañana y no oscuras. Además siempre sería más barato un hostal aquí que allí. Acierto plenamente. Buscando un camping que nunca aparece acabo en una gran calle paralela a un grandísimo parque. Veo un "albergo" de una estrella y decido probar suerte. Lo regenta una señora de unos 60 años y negocio el precio. Lo consigo por poco más de 20, muy razonable. La señora vuelve a la cocina, de dónde había venido. Cuando meto la bici en el hall, aún sin habitación asignada, y sin ninguna vergüenza entro a la cocina. Junto con la hospedadora hay otra señora. Están las 2 cocinando y les pregunto que hacen. La otra señora es rusa y está aprendiendo a cocinar la polenta. Les digo que yo también quiero aprender o por lo menos verlo. Entiendo muy bien las explicaciones en italiano, aunque no vayan dirigidas a mi. Le enseña como removerla correctamente. Es divertido y tengo hambre. Al cabo de un rato consigo mi habitación. Subo las cosas y sin perder el tiempo bajo al PC que había visto en el hall para avisar a mis padres y amigos que estaba sano y salvo. Cuando la señora me ve, viene casi corriendo a decirme que el PC es privado, que el último cliente que lo tocó, lo llenó de virus y le costó mucho dinero repararlo. Le explico que solo quiero avisar a casa, un simple email, y ni así. Luego me pide que si le puedo hacer un favor y hacerle unas fotos con la señora rusa. Enfadado pero sin ganas de discutir, me ofrezco como fotógrafo. Luego le pregunto como llegar a un Internet point y me da unas indicaciones. Todas las calles me parecen iguales y no llevo mapa. Me pierdo y empiezo a preguntar a todo el mundo. Nadie sabe con exactitud en que calle está, pero tras dar unas vueltas consigo encontrarlo.
Volviendo al "albergo" paro a por cena en una pizzeria en la que había preguntado antes. Me pido una para llevar. La chica que atendía y la amiga que estaba allí con ella no dejan de mirarme, y me doy cuenta que aún voy con la ropa de ciclista.
Con mi pizza en la mano y muy feliz vuelvo al "albergo", o lo intento. Sigo por la calle que yo creía correcta y al llegar al final no tengo ni idea de dónde estoy. Pienso en preguntar por la dirección del albergo pero, ¡NO SE NI EL NOMBRE QUE TIENE! miro la llave, pero no tiene ningún distintivo. Que torpeza el no haberme fijado. Empiezo a caminar, el algún momento daría con el, y tardé un poco pero lo encontré.
Subo discretamente con mi pizza a la habitación donde doy buena cuenta de ella, dejando un trozo para el sano desayuno de mañana. Me ducho y me pongo una crema especial para aliviar el dolor provocado por el sillín. Veo las estrellas y decido volver a la ducha para quitarla. Con un escozor terrible pero un sueño aún más terrible me quedo dormido.
Aún no lo sabía pero la etapa del día siguiente iba a ser la más épica de mi vida.
En esta etapa me acordé, como en todas, de muchas personas. En especial de:
Criki cuando pasé por bocapignone. Se que se hubiera reído conmigo.
Xavo, si te mola seguir pintando cuadros de motivos de pescadores y ese rollo, visita las cinque terre
Pero sobretodo esta etapa se la dedico a mis padres, porque me enseñaron a disfrutar de cosas así, porque los eché de menos por los pueblos de las cinque terre y les encantaría verlos. Estoy convencido.
vistas desde la habitación de carrodano
Niebla para empezar
Supercarretera
increibles vistas
De cuadro
Las calles de Vernazza
una capilla cualquiera
postureando
Corniglia creo
una callejuela
Si dios fuera helado, seria este
Riomaggiore
La spezia
COlegio de la spezie de buen rollo que te cagas estudiar aqui