25 abril 2014

DIA 12 GROSSETTO - (en mitad de ningún lugar)

ETAPA 12  GROSSETO - camping solitario
(96km 4 horas 53 minutos)

Me levanté más pronto de lo que me hubiera gustado, pero Violetta me dijo que tenía que coger un tren a las 7.30, y acordamos desayunar juntos. A las 6.45 lo tenía todo listo, pero ella seguía durmiendo. No sabía a que hora había vuelto a casa anoche, creo que ni un concierto de heavy metal me habría despertado. 
No me atreví a entrar a su habitación y despertarla. Estuve esperando hasta casi las 8, y al ver que no se levantaba tuve que partir. Le dejé una nota y me fui. 

En la calle monto la rueda, y el remolque a la bici. Con el arreglo que le hice el día anterior para soltarlo del eje, quedaba hasta mejor enganchado. Si lo llego a saber lo hago antes. 

Son las 8.15 cuando empiezo a dar vueltas por Grossetto hasta dar con la dirección correcta. Intentaba buscar esos caminos que el amigo de Violetta me había recomendado la noche anterior, dirección Montiano.

Tras perderme ligeramente en el nudo de salida consigo dar con la dirección correcta. Lloviznea durante 5 minutos, tiempo necesario para que el dios de la lluvia recuerde nuestro pacto y la detenga.  El camino empieza a subir y continúa así durante 6 kilómetros. Mi reserva de agua está en las últimas y paso un pequeño mal rato durante la ascensión. Las piernas no respondían, las notaba muy cansadas. Tras la subida, una pequeña bajada y un buen llano, en el que puedo ver ciervos, me llevan a Montegio. El pueblo está situado en lo alto de la colina, pero la carretera por donde voy seguía recta rodeando el pueblo. Veo casas pegadas a la carretera, parece que no tendré que subir. Estoy de suerte, encuentro un albergue, aunque parece estar cerrado. Como no llevo agua y eso me desespera, decido entrar. Dentro una señora bastante mayor me vende una botella de agua por 35 céntimos, que era el efectivo que me quedaba. Le prometo que subiré al pueblo a sacar dinero y bajaré a pagarle el resto. 

Una rampa del 25% de desnivel me lleva hasta las murallas de Montegio. Encuentro el bancomat y una vez con euros en mi bolsillo relleno provisiones. Galletas, plátanos, manzanas y algo de pasta. De vuelta en el albergue encuentro tras el mostrador a un señor. Le pago el agua, compro otra botella y también una Fanta. Mientras me la bebo miro un gran mapa que tiene colgado en la pared. Le explico al hombre mi ruta planificada y en seguida me corrige. El camino que yo quería tomar se desviaba demasiado por el interior, el me manda hacia la costa. Decido hacerle caso. 

Voy perdiendo altura muy rápido. En la bajada encuentro a una pareja Checa en bicicleta y mirando un mapa. Me paro a saludar y a ayudarles. Les indico en que punto del mapa estamos en ese momento y a dónde les va a llevar esa carretera. Sigo mi camino llaneando y con algunos toboganes. 

La temperatura sube pero el sol no aprieta tanto como días anteriores. Una ligera brisa hace que el día sea perfecto para los ciclistas. Pese a todo, me notaba agotado. Sigo las señales de la carretera que me llevan hasta el siguiente pueblo, Orbetello. De repente, mi tranquila carretera terciaria muere y aparece la SS1 Aurelia. 

Pregunto en una tienda de bicis que está pegada a la carretera si puedo pedalear por la Aurelia en ese tramo, hasta la primera salida. Me informan que si pueden ir ciclistas. No tardo nada en abandonar la carretera nacional y volver a las tranquilas y pequeñas redes secundarias. Según el GPS hay una vía asfaltada que va paralela a la Aurelia y pegada a las vías del tren.

Se me hace durísimo pedalear. Tan solo llevo 60 kilómetros y estoy rendido. Consigo llegar a Ansedonia. Ansedonia podría catalogarse como urbanización más que como pueblo. Las casas son enormes y bien cuidadas. La mayoría, más que casas son mansiones. Está situada en un pequeño peñón, y pensando que tendría salida doy toda una vuelta a la colina para acabar en el mismo sitio. Con una subida de regalo para mis piernas. 

A duras penas consigo llegar a Capalbio. En teoría la carretera va pegada a un lago y a las vías del tren. No se si fue fruto del agotamiento pero yo solo veía las vías del tren y ni rastro del lago. Una vez en Capalbio, paro a comer en el primer sitio que veo. Solo pueden servirme bocadillos fríos. No me apetecen nada, pero es el único sitio que he visto en toda la etapa y la carretera no pasaba por demasiados pueblos. Además necesitaba un descanso. Me como 2 bocadillos de salami, bastante pequeños, y un gatorade. Luego en la misma plaza dónde estaba el bar me tumbo en un banco, abrazo mi bolsa y me pongo a dormir.

No dormí mucho pero me sentó bien. Cuando volví a ponerme en marcha, me di cuenta que mi ritmo de pedaleadas era malo. Me costaba demasiado avanzar, pienso que es porque aún estoy con la digestión y sigo un rato más, hasta Montalto di Castro. Allí tuve que coger de nuevo la SS1. No me gustaba nada pedalear por la nacional, pero era mi única opción. Durante 15 agotadores kilómetros, lidiando con algunos despistados que me pitaban por pedalear por allí, abandono la nacional guiado por mi GPS. No creía que seguir por la carretera estando tan cansado fuera una buena idea, un mínimo despiste y adiós al viaje. 

 La siguiente ciudad era Tarquinia que me quedaba a 11 kilómetros, la estaba viendo ya. Desde Tarquinia solo 10 kilómetros me separarían de mi meta, Civitavecchia. El desvío que he tomado me lleva por medio de la nada. Absoluta nada. Una verja abierta indica que hay un camping a 1 kilómetro. Estando como estaba, ni mental ni físicamente podía llegar a Tarquinia. Me rindo. 

Cruzo la puerta y durante un kilómetro en el que solo hay tierras yermas a ambos lados llego a una gran pineda. Allí estaba el camping. 

Pregunto por el precio de una noche, 26 euros. Carísimo, un robo, una estafa. En mi, cada día más perfecto italiano, le digo: " E' molto costoso, ma io sono molto stanco" (Es muy caro, pero estoy muy cansado). Ella me indica que está de acuerdo conmigo en que es caro. Me dice que kilómetros atrás hay otro camping, pero pongo mi mejor cara de abatimiento y le repito que estoy muy cansado, que no puedo dar un pedal más (Quizá si podía pero me negaba a volver atrás). Saco mi dinero de plástico y mi DNI. Me prepara el papeleo y pone mi tarjeta en el datáfono (maquina de cobrar). Me la entrega para que ponga el PIN. En la pantalla de la máquina veo 12 €. Manteniendo mi cara de cansancio, sonrío. La miro a ella, sonríe picaramente. Actuación brillante la mía. Le doy mil veces las gracias y un compañero suyo me indica el lugar en el que puedo plantar mi tienda. 

Acampo y me voy derecho a las duchas, pero de camino, veo letreros que indican el camino a la playa. El día, con esos primeros vientos frescos de mitades de septiembre, no es muy propicio para bañarse. Pero siempre es bueno relajarse tumbado en la arena escuchando el romper de las olas contra la tierra. 

Cuando empiezo a tener frío, dejo la playa y me voy a las duchas. Me habían prometido una inexistente agua caliente, pero me da igual. El agua fría le vendrá bien a mis piernas.

Una vez limpito, vuelvo a la tienda, cojo mi libreta y me voy al bar del camping. Allí conozco a Georgia, la bartender. Hablamos sobre mi viaje y el libro que ella está leyendo "el arte de no decir la verdad" 

Sentados en la terraza del bar, charlamos en los ratos en que no tiene que atender a nadie. Cuando se tiene que ir, voy escribiendo el diario. 

Al rato, se nos une una chica en silla de ruedas y con problemas en el habla. Hablamos un buen rato los 3. Cada vez entiendo mejor el italiano (lo voy "capiscando" jajajaja). Cuando empezó a venir mucha gente al bar, deje a Georgia haciendo su trabajo y me fui a dormir hasta las 23. 

Había una fiesta montada para los únicos ocupantes del camping a parte de mi. Era un grupo de gente discapacitada, jóvenes la mayoría. Me acerco a la jarana, pero me siento como el "raro". Me siento en el bar de nuevo y acabo de escribir el diario. Son las 12 de la noche, vuelvo a la tienda donde ceno y  me acuesto.

Esta etapa se la dedico a mi amigo italiano Jacopo. Me acordé mucho de ti durante todo mi viaje por Italia. Y tenías toda la razón del mundo cuando me dijiste que el norte de tu país es maravilloso. Algún día subiré a los alpes pasando por tu pueblo y por el paso del Stelvio, tenlo claro!!



Estaba tan cansado que no hice ni fotos. 





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